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Porque el universo tiende al frío, al silencio y a la oscuridad. Porque Haruki comprendió cuál era su destino al ver ascender al cielo una pelota de béisbol, le preguntó a su mujer si le concedía dos años de libertad (y Yoko convino). Porque corre. ... Porque sus libros nos recuerdan que la belleza es frágil y que el asombro es la raíz de toda magia. Porque el miedo a morir se parece al miedo a vivir. Porque sus personajes son aburridos, torpes, taciturnos, sosos y lacónicos, pero mucho más metafísicos de lo que aparentan. Porque la librería Kinokuniya huele a sus historias. Porque sus personajes se pasan el día huyendo o buscando algo. Porque en el envés de lo cotidiano está cosido el lienzo de lo siniestro. Porque no hay nada más solitario que los hombres sin mujeres. Porque cada vez que veo una escalera de emergencia en una autopista metropolitana imagino mundos a los que sólo se accede por casualidad.
Porque, a veces, los amigos se marchan y la gente se muere; así, sin más. Porque, cada vez que un avión me trae de vuelta a Europa y desciende a través de espesos nubarrones, suena en mi cabeza una canción de los Beatles. Porque todos somos mucho más raros de lo que aparentamos. Porque sus historias son telas de araña que crecen en lo más oscuro de un pozo; que somos nosotros. Porque hay un mundo invisible a nuestro alrededor que no debemos intentar desentrañar. Porque algunos gatos desaparecen, como muchas mujeres. Porque me pasé una semana deambulando por los alrededores de la estación de Sendagaya buscando pistas que me condujeran a un claro en el bosque. Porque las mariposas sólo viven unos días y mueren en silencio y sólo dejan un rastro de polvo que ya no sirve para volar. Porque en todos nosotros habitan sauces ciegos y mujeres dormidas. Y pozos.
Porque –en este mismo instante–, millones de hombres anodinos cocinan espaguetis o preparan café o escuchan jazz o beben whisky o cerveza en ayunas y reciben visitas de pájaros de los que depende el equilibrio de las hebras con las que está tejido el tapiz del mundo. Porque no nos está dado elegir cómo sentimos. Porque sus personajes se nos quedan pegados a las entrañas pero se marchan por la puerta de atrás, sin despedirse, dejándonos un poco más solos de lo que ya estábamos. Porque gracias a él yo conocí a Onuma Chie.
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