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La vida es un circuito de Fórmula Uno al que tratamos de dar el mayor número de vueltas posible. Resulta tremendamente duro cuando solamente podemos dar unas cuantas, pero lo habitual hoy es que se den 70, 80 e incluso 90 giros. Todos tenemos nuestro ... Monza, Silverston o Mónaco particulares en la cabeza, que como es lógico, pretendemos recorrer de la mejor manera, aunque tengamos que hacer ajustes continuos y mantener la dirección adecuada sin rozar los muros laterales que siempre existen. Procurando disfrutar además de una mecánica resistente en el recorrido.
El camino no es sencillo y tiene muchas etapas, unas alegres y otras que son todo lo contrario. Algunos creen inocentemente que el esfuerzo termina un día determinado cuando alcanzan la jubilación y llega el descanso. ¡Craso error!, «Como no se refieran al descanso eterno.», digo yo, porque tal y como reflexionaba Umbral entrevistado por Gistau hace años: «Ir de solitario o jubilarse es muy peligroso, te olvidan de inmediato».
Iba yo por el pit-lane de la existencia, por ese camino asfaltado y paralelo del circuito de la vida que conduce al pit-stop de la jubilación, es decir, por una senda cómoda, paralela, de recorrido más lento, camino de esa parada querida y soñada de cambiar ruedas por las del largo invierno de la vejez, cuando supe ver a tiempo que ni era soñada ni mucho menos querida.
Jubilación, que se enteren todos, no viene de júbilo, que significa alegría desenfrenada, ni concede ningún éxtasis emocional. Por lo tanto, ni pit-lane, ni pit-stop, ni zarandajas. Lo que hay que hacer es no jubilarse. Es mi propuesta.
Además, juro arremeter contra quien diga «y ahora a disfrutar…» ¿A disfrutar?… Malo si no se ha disfrutado antes de la vida, porque entonces te ha cogido la noche sin luces y se te ha hecho tarde para todo.
Jubileo viene del latín jubilare, es decir expresar o gritar de alegría, que es una engañifa. Se le pone una palabra bonita, se despide al individuo de su trabajo y a correr, sin contarle la verdad. Viejito y jubilado... adiós. O «que os den», como se dice últimamente.
La verdad es que la jubilación, lo mismo que la adicción al tabaco, tiene mucho de mental y si uno no la quiere, afortunadamente nadie puede imponerla por mucho que se manipule con el cese en un determinado trabajo. Y el que cometa el error de aceptar ser un jubilado a cambio de viajar un poco más o de bailar a destiempo machacando la artrosis o de salir con una jovencita, está tan equivocado y es tan culpable que lleva implícita la penitencia del ridículo y además generalmente la tortura de sufrirlo en soledad.
Los mayores tenemos que revelarnos contra el sistema en una sociedad que se permite darle un DNI a las personas de 70 años en donde claramente especifica «validez: 01-01-9999», en plan humillante o con gran sentido del humor que en este caso podrían haberlo reservado para sus santas madres que harían mucho más animadas sus reuniones de familia. Que es la misma actitud que encerró en las residencias a los mayores, abrazados al covid y solos, tratando con chulería de adelantar nuestro camino hacia el final. Por cierto, exactamente el mismo camino que todo el mundo tendrá que recorrer, si es que llegan.
La muerte de tanta gente sola en las residencias de mayores supuso la mayor ignominia de la sociedad moderna en nuestro país y sin haber tenido repercusión, sin pedir esos perdones que ahora están tan de moda y enterrando a los muertos de manera clandestina junto al código penal. Poniéndoles además encima el terrible cemento de la indiferencia bajo una lápida, 'olvido', que hasta ninguneó su número total. Vergonzoso.
A aquellos que no los han tenido en cuenta y que siguen pensando en los abuelos como cuida-niños o caja de resistencia habrá que exigirles que busquen otros sistemas para la conciliación o para los sueldos cutres y así se dejarán de proponer ideas tan humillantes como colegios mixtos niños/abuelos para el veraneo porque, si no se trata el tema con respeto, ni con leyes adecuadas en un lote... 'que os vote Chapote'. Y hay en la actualidad en esta España egoísta y envejecida nada menos que 9,3 millones de personas de más de 65 años.
Ahora toca a los mayores hacer las cosas con otra energía y otras ambiciones. Todo esto no nos lo ha dicho un pajarito. Nos lo dijo la inteligencia artificial de siempre. La que se adquiere y se madura con los años, que por cierto, es con la que estamos preparando el voto.
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