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Nuestro mundo está muy complicado: montones de pequeños problemas y algunos grandes. Además de dos guerras ahí al lado, tan horribles y sangrientas como son todas, pero estas cercanas y no sólo en lo geográfico.
Nos hacen padecer esa visión tenebrosa de ruina y bombazos ... con gente dentro que resuena en nuestros tímpanos a diario. Esos pobres ciudadanos a los que no se le preguntó si querían una guerra ni se les advirtió de que el conflicto cercenaría ilusiones, a lo mejor su vida y. por supuesto, sus casas y sus proyectos tanto en Ucrania como en Gaza.
Es bien cierto que nadie gana en una guerra y esos señores que la inducen, esos hombres de madera que originan los conflictos, esos malnacidos, tendrán su castigo. Pero en el camino van haciendo tanto daño, que eso ya no supone consuelo alguno.
Esa razón, con muchas otras, reclama la importancia que debemos de conceder a las elecciones europeas de dentro de unos días, que tendrían que ir pensando, tal y como reclamaban sus fundadores, en una Europa más unida, solidaria, con ejército propio, economía compartida y leyes comunes que sería/será la envidia del mundo en ese estado de bienestar -a falta de pequeños retoques- que estamos permanentemente construyendo.
La OTAN fue un buen invento en tiempos difíciles de guerra fría, pero debe de superarse nuestra dependencia americana siempre al albur de sus dirigentes y no todos parecen amarnos locamente. De ahí la importancia de los comicios que permitirán reforzar los pequeños pasos que demos en el proyecto común y, por lo tanto, hay que hacer un llamamiento contra la pereza y el agotamiento de tantas elecciones seguidas, unas asfixiantes por el calor y algunas heladoras por el resultado y el cuerpo se resiente en el castigo y tiende a quedarse en casa. ¡Ni mencionarlo!, aunque las cabezas de lista de los partidos principales tengan un perfil bajo como es el caso y no animen mucho a desterrar la desidia. Pero, se debe de acudir a las urnas para no dejar una Europa impregnada de salsa verde, pringosa, salpimentada de comunismo y de extremismos que era lo que nos faltaba.
Ese cebollino, perejil, albahaca y espinacas que pasado todo por la batidora hace la salsa tan verde y ecologista como pesada de digerir, si se incluye picante. Y el picante existe a raudales en Europa.
Dejemos fuera con nuestro voto al mundo del comunismo y de los extremos, miremos a los candidatos locales mucho más atractivos/as y trabajemos por una Europa de todos, sin salsa verde, a la que mucho debemos.
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