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Un trago de trigo seco y de tragedia» era lo que se estaba bebiendo en aquel momento en Europa y en España, hace ahora unos 20 años, en un enero tristón y oscuro tal estos días.
Esa frase estaba en un poema espléndido de Carlos ... Edmundo de Ory, autor «asilvestrado y solo» como a él le gustaba definirse, que reflejó toda la melancolía trágica de aquel momento que coincidía con la guerra de Irak en ciernes. A la vez, en esos días, se estaba publicando un número especial en 'El Cultural' sobre la cercanía de la guerra de título copiado de Goya para asustar: 'Los Desastres de la Guerra', acompañado de grabados oscuros del genio en portada.
En meses posteriores rebusqué para releerlo todo porque ese número macabro, en el que yo no había creído, se convirtió en un rotundo éxito editorial sobre todo por premonitorio.
Allí se contaban antes de suceder, todos los acontecimientos venideros de la guerra de Irak en una visión que los hechos fueron certificando. Así, en esa atmósfera ocre se vivían esos día comparables a los de hoy muchos años después, con la guerra de Ucrania y sus consecuencias.
Recuerdo cómo aquellos columnistas de 'El Cultural' rescataban frases de hombres notables en momentos similares precedentes que habían puesto en alerta a sus pueblos reclamando un liderazgo que creían ausente que también aquí echamos hoy de menos y es inexistente en Europa.
Entre todas las soflamas, me gusta elegir dos de ellas pronunciadas en momentos diferentes desde el mismo lugar, en los prodromos de la II Guerra Mundial. La primera, de Churchill, el 13 de Mayo de 1940 advirtiendo «sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor (blood, toil, tears and sweat) nos esperan». Habían transcurrido ocho meses del comienzo de una guerra que iban perdiendo. También se recordaba la de Chamberlain, no menos brillante, aunque olvidada al haber quedado en la historia como un primer ministro pusilánime y engañado por Hitler en Múnich que pidió «calma y valentía» (calm and courage) a la vez que obligadamente declaraba la guerra tras la invasión de Polonia.
Estamos en España ahora mismo en el mismo enero frío y tristón muchos años después pero con una invasión en Europa similar, una atmósfera oscura y sobre todo una falta de liderazgo y de líderes preocupante mientras nos hacemos la pregunta inevitable: ¿puede tener buen final la escalada de la guerra sin la respuesta rusa con su armamento atómico?
Antes armas-bombas, luego misiles-drones, más tarde misiles-drones más sofisticados, luego tanques convencionales, después Leopard-Abrams y ahora aviones de caza F16 y bombarderos suponen la rutina imparable, pedigüeña y heroica, del pueblo ucraniano.
¿Hay final cuando el enemigo posee armamento atómico y un comandante desequilibrado?
Todo suena a «trago de trigo seco y de tragedia».
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