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La pretendida invasión de Ucrania por parte de tropas del Kremlin comenzó a finales de febrero invocando el derecho de Moscú a recuperar el territorio del que surgió la nación rusa y la necesidad de acabar con un régimen nazi que sojuzgaba a sus habitantes. ... Un delirio historicista y una acusación infundada que decayeron inmediatamente. La «operación militar especial» se mostró desde el primer momento cruenta para los ucranianos, amenazante para el resto de Europa y de una ilegalidad flagrante contra la integridad territorial del país, violentada en 2014 con la anexión rusa de Crimea, que vulneraba todas las convenciones de una guerra no declarada como tal. Durante los diez largos meses transcurridos no han cesado los llamamientos al diálogo y la negociación por la paz. Tampoco las invitaciones a Vladímir Putin y su régimen para acordar altos el fuego temporales, encuentros de distensión, declaraciones asegurando el respeto absoluto a la permanencia y continuidad de la Federación Rusa e infinidad de llamadas a la conciliación de posturas que evitase más víctimas y desplazados.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el francés Emmanuel Macron, reunidos el jueves en la Casa Blanca, transmitieron su disposición al diálogo al líder ruso. Pero una vez más se ha cumplido la constante: Putin necesita interpretar todo acercamiento a una conciliación acordada como señal de que continúa obteniendo victorias en su desafío a Occidente a cuenta de Ucrania. Ello mientras se empeña en doblegar la voluntad de los ucranianos sometiéndolos a soportar semanas y hasta meses de frío extremo con el lanzamiento de misiles contra sus infraestructuras básicas. Una provocación que despierta ánimos de resistencia que cohesionan a la población del país invadido y activan la solidaridad en las sociedades democráticas.
El canciller alemán, Olaf Scholz, reclamó ayer que Rusia retire sus fuerzas en Ucrania para dar paso al diálogo. Bastaría con que no continuara aprovechándose del invierno para dificultar la vida de los ucranianos mediante la destrucción a distancia de sus fuentes de energía. Es la señal mínima a exigir a Putin para el diálogo. Aunque la verdadera condición es que sea él quien solicite negociar. Todo lo demás será interpretado por el autócrata del Kremlin, por sus adláteres y por los aspirantes a sucederle como una muestra de debilidad de Occidente en Ucrania.
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