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Se trata de otro virus extraordinario. Es posible que el dicho «la letra con sangre entra» provenga de experiencias tempranas, subconscientes, con este contagio. Experiencias de cuando el concepto de virus se aplicaba exclusivamente a los jugos vitales, generalmente ponzoñosos, destilados por el cuerpo humano. ... Hoy sabemos que también pueden proceder del alma, como sin duda ocurre en el caso que nos ocupa.
El litteravirus anida y se conserva en el papel impreso, a temperatura ambiente. Puede afirmarse sin temor a errar, que su presencia está garantizada mientras este soporte gráfico subsista, no importa lo precario de sus condiciones. No siempre fue así, análisis realizados en otro tipo de soportes anteriores al papel (papiros, pieles de animales, etcétera) nos llevan a pensar que también se reproducía en aquellos medios. Lo cual invita a pensar que no tanto el soporte y las tintas como los escribientes, son quienes juegan un papel fundamental en la generación del virus. Se juntan así, de forma inseparable, el papel material y el simbólico.
Todo parece indicar que este virus no se contagia por el mero contacto de persona a persona. En cuanto al papel que juega el papel impreso, semeja ser el de simple habitáculo y medio de transmisión. Por otra parte, hemos observado que dicha transmisión se produce únicamente cuando el papel impreso ha pasado previamente por las manos de un lector ya contaminado. Es decir, que el contagio a nuevos lectores exige como condición necesaria que no se trate de textos recién salidos de la imprenta sino de libros prestados, o comprados de segunda mano; especialmente si estos textos han sido previamente subrayados o anotados al margen por un lector infectado con el litteravirus.
En todos los casos en que ha podido confirmarse el contagio ha mediado previamente la intervención de un individuo contaminado que ha desempeñado el papel de asesor encareciendo la lectura.
Lo cual nos lleva a otro caso muy particular que merece señalarse. El virus también puede transmitirse a través de un libro nuevo si, en el momento de su adquisición, el nuevo lector ha comentado y hojeado el texto con el librero durante la conversación que le ha inducido a su compra. Dado que el librero tradicional es una especie en inminente peligro de extinción, esta forma de contagio es cada vez menos frecuente. Por último, sobre este aspecto de nuestra investigación, hemos podido concluir que la discusión con un amigo infectado que eventualmente conduce a la adquisición del texto debe ser una fuente de contagio a tener en cuenta.
Todas las averiguaciones que anteceden nos han llevado a concluir que, contra lo que a primera vista pudiera parecer, el virus no se origina en el soporte del texto sino en el de un lector previamente infectado, siendo el libro, la revista o el periódico, meros intermediarios entre el lector contaminado y los nuevos lectores. Esta primera conclusión, aunque no definitiva (hay casos comprobados de lectores autodidactas que nunca estuvieron expuestos a lectores contaminados y que sin embargo son portadores del litteravirus), sin ser definitiva es más que suficiente y está tan extendida como para llegar a las subsiguientes y muy graves conclusiones:
-El litteravirus es algo peor que mortal, es incurable y deja secuelas, tanto en el cuerpo como sobre todo en el ánimo, que llevan al lector contaminado a ir por la vida con un talante particularmente virulento.
-La inmensa mayoría de los enseñantes están infestados.
-El lector contaminado tiene una peligrosa independencia de criterio, clara tendencia al pesimismo, escepticismo manifiesto; propenso a la desconfianza ante quienes califica de falsos profetas que escriben sin haber leído, es decir, sin estar contaminados por el litteravirus.
-En los casos más graves el letraherido habrá desarrollado un gusto por la poesía... ¡contaminada!
-Casandras siempre propensas a pronosticar la muerte de la literatura (o sea, la completa erradicación del litteravirus) nos hacen concebir falsas esperanzas. Típicos optimistas antropológicos que no pueden estar más equivocados.
-Es muy posible que el soporte de papel vaya disminuyendo hacia una existencia cada vez más precaria, gracias al milagro de las nuevas tecnologías, convirtiéndose entonces las bibliotecas y hemerotecas en meros museos arqueológicos, pozos emponzoñados donde el litteravirus espera la mano de nieve que inadvertidamente será contaminada. Pero en absoluto conduciría ello a la extinción del virus.
-Puede garantizarse que, como hizo al desarrollarse el soporte de papel, el litteravirus mute de modo que su transmisión se produzca por vía electrónico-digital. ¡Ah, los dígitos! Esos dedos simbólicos que sustituyeron con ventaja al 'contar con los dedos' y que sustituirán con ventaja a los dedos que pasan las páginas irremisiblemente.
-Ya nuestros místicos hablaban de una enfermedad del alma sin tener noticia, pero sí intuición, del litteravirus.
-Quizá los pensadores más lúcidos sean de ideología totalitaria. En '1984' de Orwell vemos cómo proceden a la sustitución en todos los textos de la verdad original por sus posverdades. Esta sería, evidentemente, la única forma efectiva de erradicar el virus humanistas: hacer realidad al superhombre inhumano. Y, por supuesto, iletrado.
P.S. Ya que no habrá Feria ¡compra un e-libro!
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