Secciones
Servicios
Destacamos
Platón escribió algunos de sus mejores diálogos cuando ya era un anciano y sus ilusiones de un estado utópico se habían esfumado. En 'El político' sitúa la conversación en un gimnasio de Atenas hacia el año 400 antes de Cristo; lleva la voz ... cantante un extranjero que procede de Elea, colonia griega al sur de Nápoles donde vivía el famoso Zenón de las paradojas, que demostró que el veloz Aquiles jamás alcanzaría a la tortuga.
Este misterioso eleático conduce a sus interlocutores a la idea de que el auténtico estadista no gana su cualidad mediante conocimientos auxiliares, como la dirección militar ('strategia'), la jurisprudencia ('dikastiké') o la habilidad discursiva ('retoreia'). El verdadero estadista es, dice su metáfora, un tejedor que mantiene cohesionada la ciudad. Particularmente, debe mantener la trabazón entre dos tipos de ciudadanos: los prudentes y los enérgicos. Los primeros tienden a la ecuanimidad y a una vida tranquila de negocios. Generan así una dinámica que les debilita para los momentos retadores. Los segundos, si no son refrenados por el trato con los anteriores, llevan a la comunidad a locas y destructivas empresas ('manías', decía Platón). Quien domina la 'técnica regia' ('basiliké techne') es el que mantiene conectados ambos caracteres.
De los penosos hechos experimentados por España a propósito de la crisis en Cataluña cabe colegir que un tejido tan feo y roto sólo ha podido ser obra de malos tejedores. Hay quien carga el reproche en los secesionistas, por tirar de fibra artificial donde falta la natural; quien acusa a los unionistas, por reacios a las nuevas modas textiles democráticas; y quien culpa a ambos y reclama consenso entre hilanderas. Puesto que en esta ocasión no es el españolismo el que ha querido recortar la autonomía de Cataluña, sino el catalanismo el que ha querido romper la de España, el foco debe ponerse sobre el catalanismo. Y especialmente el moderado, porque desde Cambó parecía un buen paño, pero ha envejecido mal.
Aunque no presentó una teoría política cerrada, el filósofo catalán José Ferrater Mora, del exilio republicano de 1939, profesor universitario en Pensilvania y muy leído en España ya durante el franquismo, era un catalanista confeso, de la variante federalista y europeísta. Por su gran categoría intelectual (un monumental diccionario filosófico, magníficos ensayos y sólidas novelas), el catalanismo de Ferrater puede ser hoy un buen lugar de observación sin que pretendamos aquí sentar doctrina, sino simplemente formularnos preguntas como el extranjero de 'El político' se las hacía a Sócrates el Joven en un gimnasio ateniense.
Ferrater tenía respuesta propia para los dos problemas esenciales del tejido español. Por un lado, coser a conservadores y progresistas para acabar con el guerracivilismo. Venía a definir las dos Españas como el 'mantenella y no enmendalla' de la derecha y el 'no sostenella, solo enmendalla' de la izquierda. Su fórmula de síntesis era un 'mantenella y enmendalla', es decir, asumir el pasado y la tradición, pero crear algo nuevo a partir de ello. En cuanto al textil territorial, Ferrater ofreció en 1960 la teoría siguiente: catalanizar a Cataluña mediante la intensificación de su lengua propia era una manera de europeizarla y, con ello, de producir en favor de la España común una contribución de personalidad. Ferrater no era separatista: «Hemos vivido demasiados siglos juntos (…) para que sea legítimo barajar y recomenzar el juego». Es más, consideraba el separatismo como trasnochado: «El gigante del separatismo es un molino de viento», decía con imagen cervantina. Era una «plaga» que se extinguía por sí misma «como un microbio que ha perdido su virulencia». En esto no ha resultado profético, pero estas palabras tienen seis décadas, y Ferrater falleció en Barcelona en 1991 y no llegó a presenciar la plena renacionalización europea poscomunista.
Para Ferrater, catalanizar era «desprovincianizar», «desruralizar», «urbanizar», o sea, europeizar. Desde esa personalidad, Cataluña tendría que intervenir en España y «aprender a mandar», «a organizar». Es curioso que este texto coincida con el fulgurante ascenso de un joven catedrático barcelonés, Laureano López Rodó, en la Administración franquista, de la mano del santoñés Luis Carrero Blanco, y precisamente para esa labor de organizar. Pues fue el creador de los Planes de Desarrollo que transformaron España.
Esto nos lleva a dos dificultades importantes de la posición catalanista. En primer lugar, presupone que Cataluña todavía no ha mandado o influido en España. ¿Y el general Prim? ¿Y el filósofo Balmes? ¿Y el marqués de Comillas? ¿Y las ideas de Pi i Margall? ¿Y el arancel Cambó? ¿Y Montserrat Caballé? En fin, el propio Ferrater Mora. La idea de una Cataluña insular no funciona históricamente. España ha sido hecha también por catalanes. Su 'personalidad' no es castellana medieval, sino 'catalanizada' (lo que el catalanista ve en España no es Castilla, sino el entretejido común de todo lo hispano). Baste recordar cómo el catalanismo inspiró el regionalismo de Pereda o Menéndez Pelayo, o a la burguesía textil que creó Sniace, etcétera. Cantabria no hubiera sido jamás autonomía aisladamente; lo fue en el movimiento general desencadenado por la visión catalana de un país más plural.
En segundo lugar, la tesis de que intensificando la lengua como factor de personalidad política Cataluña haría mejor contribución a España, ¿no suponía infravalorar la dinámica del nacionalismo, esa obsesiva delineación de un 'nosotros'? Como decía con humor gramatical Rafael Sánchez Ferlosio, el «nosotros» es aún peor persona que el «yo». La lengua ha sido intensificada al máximo: no ha faltado dinero público ni normativas. El catalán ha salido más que nunca: lleva 35 años integrado en la UE. Pero justo en ese momento la parte más 'personalizada' se ha lanzado al separatismo a calzón quitado y transpirando odio inexplicable. El catalanismo moderado partía, como catalanismo, de una imagen no empírica, sino mítica, de España y, como moderado, de una imagen cándida, naif, del nacionalismo. Necesita reconstituirse sobre una idea más real de España y más humanística en lo identitario. También hay tela que cortar del lado de los malos tejedores no catalanistas. Próximamente.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.