Secciones
Servicios
Destacamos
El presidente del Gobierno de España y líder del Partido Socialista, Pedro Sánchez, metió el esperado gol tras la paradinha de cinco días. La autocita no es conveniente, resulta pretenciosa. Esa es una regla que he respetado a lo largo de muchos años, pero todas ... las reglas tienen excepción y ahora procede hacerla, para apuntalar mi opinión, con la auctoritas del conocimiento de la idiosincrasia de Pedro Sánchez. Escribí, en estas páginas, el sábado día 27 de abril, cuando los socialistas salieron a la calle para pedir a su líder que no dimitiera, lo siguiente: «La biografía de Sánchez tampoco apunta a la dimisión. El presidente del Gobierno ha sido siempre un ejemplo de resistencia, ha demostrado una infinita capacidad para dar la vuelta a las situaciones más comprometidas y tiene valor demostrado para tomar caminos considerados imposibles. Si realmente quisiera dimitir ya lo habría hecho. ¿Por qué esperar cinco días para anunciar su decisión? Es posible, aunque la personalidad de Pedro Sánchez le hace imprevisible, que estos días con el reloj parado le sirvan al líder socialista para acumular adhesiones, superar el problema de los casos que apuntan a su mujer y asumir el papel de víctima de cara a las elecciones catalanas. Un paso atrás para tomar impulso». Nunca me explicaré cómo esta idea, tan nítida, no caló en el cerebro de muchos destacados socialistas.
Sánchez, fiel a sí mismo, dio un paso atrás y tomó impulso, para con fuerzas renovadas, avanzar en su proyecto de achicar espacios a la libertad y el pluralismo. El presidente ha anunciado sus objetivos inmediatos: modificar la fórmula de elección de los miembros del CGPJ para impedir que se necesite un mínimo consenso entre el Gobierno y la oposición. Rota esa exigua exigencia de acuerdo, se llegará a eliminar uno de los poderes que equilibran los otros dos.
La segunda meta que anuncia el presidente del Gobierno de España es el control de los medios de comunicación. Nada menos que coartar la libertad. No es ocioso recordar que, en la génesis del mundo moderno, abierto y democrático, están los tres conceptos surgidos de la Ilustración y de la revolución francesa. El primero es la libertad. Tras él, la igualdad y la fraternidad, que ahora se denomina solidaridad.
Sin libertad de expresión no es posible la democracia. El poder del pueblo, de los ciudadanos, se manifiesta a través del voto. A la hora de decidir a quién otorgar la confianza, cada persona tiene derecho a conocer las propuestas de uno y otro, ver, escuchar o leer diferentes opiniones. Si el gobierno de turno cercena la posibilidad de emitir y recibir informaciones y opiniones, se estará vulnerando no sólo uno de los pilares de la democracia, sino la base de los propios derechos humanos.
Las preguntas ante esta evidencia: ¿Hay límites para esa libertad de información? ¿Es impune la difamación, la calumnia o la mentira? ¿Es posible ofender sin consecuencias? Evidentemente, no. La libertad tiene sus límites perfectamente definidos en el ordenamiento legal y la calumnia es un delito que tiene pena. No existe la indefensión ante los excesos de la libertad de información. Cualquier persona, si cree que un periodista o un medio de comunicación ha publicado una información falsa, tiene un recurso por una vía rápida: exigir el derecho a rectificación con unos plazos de ejecución mínimos. Además, puede recurrir a la vía penal si cree que el autor de una noticia o un artículo ha vulnerado sus derechos.
La Justicia pone límites a la libertad, para evitar el abuso que pudiera hacerse de ella. En cuanto a la libertad de expresión, resulta imprescindible saber que ese derecho no es algo para proteger a los periodistas o comunicadores, sino una garantía para que las personas puedan acceder a diferentes fuentes informativas. El derecho a recibir información.
En España existen suficientes leyes para castigar a quienes utilicen su libertad para difamar o agredir. En la literatura universal y especialmente en la española abundan los textos de diferentes épocas en los que se defiende el derecho a expresar ideas y a difundir noticias. Desde Quevedo, Calderón de la Barca, Miguel Hernández y un extenso etcétera, contamos con versos que exigen el respeto a difundir informaciones e ideas. Los versos de Francisco de Quevedo resultan hoy tan actuales como en el siglo XVII: «No he de callar, por más que con el dedo,/ya tocando la boca o ya la frente,/silencio avises o amenaces miedo».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.