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Una oveja, llamada Estofado, acaba haciéndose amiga de un lobo que, venciendo su instinto, renuncia a comérsela. Los dos se acaban dando cariño y comen sopa de verduras (que es de lo que se alimentan, al parecer, los lobos buenos, como si un lobo, por ... matar a una oveja, fuese un ser maligno). Este es el argumento del cuento infantil 'La ovejita que vino a cenar'. En la segunda parte, titulada 'Los lobos que vinieron a cenar', Estofado y Lobo viven juntos y dan paseos cogidos de la mano por el bosque. Otros animales (un mapache, un ratón, un ciervo, unos conejos, etc.) tratan de salvar a la oveja de su depredador, pero Estofado siempre vuelve a su lado porque es un lobo bueno. El pobre Lobo, triste porque los animales del bosque (esos que se suele comer) no quieren saber nada de él, invita a cenar a sus amigos de manada (Zarpa, Gruñido y Mordisquito). Cenan los cuatro lobos, junto con Estofado, su plato favorito (sopa de verduras otra vez) y se quedan dormidos «acurrucaditos».
Al final, todos los animales del bosque (depredadores y presas) acaban abrazados en una fiesta del entendimiento y la ternura (porque el cuento, al parecer, pretende a través de esta metáfora romper con los estereotipos, aunque acaba cayendo en ellos porque el lobo, para ser considerado bueno, tiene que dejar de ser lobo). La historia termina así: «Y al final, como en la mayoría de los buenos cuentos, todos vivieron felices para siempre». Imagino al niño con gato que escucha este cuento por la noche y luego, por la mañana, ve cómo su minino, ese que ronronea cuando lo acaricia, es capaz de matar a un ratón o a un pájaro. Los cuentos son herramientas que ayudan a aprender cosas de la vida, sobre todo las difíciles, que son aquellas que tienen que ver con la oscuridad: la crueldad, la injusticia, el dolor o la muerte que son consustanciales a la existencia. Cuanto más edulcora un cuento la vida, menos aprendizajes encierra. Pienso que, puestos a hablar de la naturaleza en un cuento, quizá sería más interesante que se asomara a su crudeza.
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