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«Lo mucho se vuelve poco con sólo desear otro poco más». Lo escribió Francisco de Quevedo en una época en la que la mayor parte de la gente tenía más bien nada (a pesar de que fuera, qué cosas, el Siglo de Oro). Pablo ... D'ors, por su parte, asegura que «el que desea rechaza lo que tiene». Y José Ángel González Saiz afirma en su último ensayo que en esta sociedad nuestra nos quedamos a vivir, con frecuencia, en «el hueco de lo que nos falta». Una carrera frenética persiguiendo lo que no tenemos, en eso consiste en buena medida la vida de hoy. De tanto perseguir lo aún no vivido, nos acaba pareciendo poca cosa lo que estamos viviendo. Es el caldo de cultivo de una insatisfacción venenosa, que nada puede llegar a calmar.
Hemos integrado de tal manera la sociedad de consumo que se podría decir que la existencia se ha transformado en una insaciable consumición de cosas, de experiencias, de personas (¿qué es Tinder, dice la socióloga Eva Illouz, sino un gran supermercado donde elegimos cuerpos e identidades en un expositor?). Todo se vuelve mercancía que puede ser masticada, deglutida y expulsada. Así andamos, acumulando sin parar objetos, obsesionados por vivir cosas novedosas. Porque esa es otra, que la repetición nos cansa y nos cuesta sostenerla. Pero, si no nos detenemos en nada ¿cómo vamos a profundizar en algo, ya sea en un conocimiento o en un afecto? A tal velocidad, apenas deja huella lo vivido, no da tiempo a la decantación.
Solo unas dinámicas sociales así de disparatadas pueden hacernos entender que unos millonarios se metan en un pequeño submarino para ver los restos del Titánic. Huían, quizás, de un gran aburrimiento, de un tedio insostenible, de una existencia en apariencia llena de cosas pero, quizás, vacía de sentido. Olvidaron, tal vez, que la vida es igual de fascinante en todas partes, que solo hay que sentarse a observar en cualquier lugar y en cualquier sitio, quedarse quietos y estar atentos para que se despliegue ante nosotros el festín inagotable (y gratuito) de cosas que, a nuestro alrededor, suceden sin descanso.
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