¿Las cosas son así?

Nos cuesta convivir con el misterio. Llamo misterio a todo aquello que escapa a nuestra comprensión, a nuestro conocimiento. Podríamos decir, por tanto, que casi todo es un misterio. Escribo estas palabras mientras contemplo el mar y el cielo con sus nubes que amenazan tormenta, escribo sobre una roca que se mueve veloz por el espacio mientras me ilumina un sol que me hace llegar su luz desde yo no sé dónde. Y todo se me escapa. La mayor parte de las veces, más que conocer, interpretamos y, más que saber, creemos saber o hacemos como que sabemos.

Supongo que detrás de esta manía está la necesidad de sentirnos seguros, lo que no comprendemos genera ansiedad, así que mejor hacemos como que lo entendemos, como que todo es manejable. «Las cosas son así» no deja de ser un ansiolítico, un autoengaño masivo, una ilusión para que la vida cotidiana no salte por los aires.

A mí me parece todo tan extraño que tengo que fingir, ante mí y los demás, que es normal que lo veo. Solo por evitar la angustia de ser apenas nada ante el abismo. Solo por evitar un gozo incomprensible, de lunático, que no tiene cabida en la vida común: la de las ilusiones, los proyectos, castillos en el aire, trampantojos. Es todo tan extraño… sobre todo esos seres que articulan palabras, que las lanzan al aire como si comprendiera. Pero yo no comprendo, solo escucho sus voces e interpreto un misterio que está fuera de mí.