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Uno de los grandes misterios de la existencia es entender cómo el ser humano puede desconectarse del sufrimiento de los demás y seguir con sus cosas, como si ese sufrimiento no existiera. No hay un juicio en esta observación, pues a mí me pasa a ... diario: veo sufrir constantemente a otras personas y luego continúo con mis asuntos, muchas veces banales, como si no pudiera hacer nada para aliviar o reparar ese dolor.
No me refiero solo al sufrimiento al que nos asomamos a través de las pantallas, esa sucesión de tragedias que vemos un poco como el que contempla una película distópica en el televisor. Como están lejos, nos encogemos de hombros (qué otra cosa podemos hacer, nos decimos), y, en el mejor de los casos, hacemos una modesta donación o decimos que estamos indignados (el sucedáneo moderno de un verdadero compromiso). Pero ocurre que los padecimientos están también a todas horas a nuestro alrededor, eso lo sabemos todos.
Solo hay que dar un paseo de diez minutos por el centro de una ciudad cualquiera. Hace unos años entré en un cajero sin percatarme de que había una persona durmiendo dentro. Al darme cuenta, me quedé bloqueado, sentí vergüenza, me parecía impúdico sacar dinero para ir a cenar. Me sacó de la parálisis una voz que desde debajo de las mantas me dijo: «usa el cajero de la izquierda, que el otro no funciona». Eso hice, después de dar las gracias. Nada más. Nada es lo que hacemos casi todos casi siempre. No sé qué nos permite esta desconexión, esta frialdad cotidiana. A veces, me parece que estamos tan acostumbrados a la ficción que nuestro cerebro procesa las tragedias reales de la misma manera en las que procesa un drama en una serie o en una novela.
La reacción suele ser la misma en ambos casos, como espectadores sentimos cosas pero no actuamos. Conviene recordar que una emoción, por encendida que sea, no tiene ningún valor y dura poco sin hechos que la respalden. Como escribió Susan Sontag en 'Ante el dolor de los demás', «la compasión es una emoción inestable. Necesita traducirse en acciones o se marchita».
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