Liz Murray, la educación como camino a la libertad
En muchos lugares del mundo nos encontramos con espacios educativos hostiles donde nada puede crecer. Y eso es lo que debemos cambiar
María Díaz de la Cebosa
Miércoles, 13 de marzo 2024, 07:10
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María Díaz de la Cebosa
Miércoles, 13 de marzo 2024, 07:10
Educación, ¡qué palabra! Conlleva tanto bajo cada letra que la constituye... Es un derecho intrínseco al ser humano, pero ¿cuál es la dimensión de ese derecho? ¿Hasta dónde llega? Como sociedad debemos dar respuesta a esas preguntas con sistemas y metodologías que consigan no solo ... una formación académica, sino que ayuden al proceso de aprendizaje, que abarque el desarrollo de la capacidad de observación y de la sensibilidad hacia uno mismo y hacia el mundo. Un enfoque educativo, por tanto, que promueva la colaboración, el entendimiento mutuo y un profundo sentido de la responsabilidad hacia el conjunto de la vida.
Pero en muchos lugares del mundo nos encontramos con espacios educativos hostiles donde nada puede crecer. Y eso es lo que debemos cambiar, porque cada persona es un universo en sí mismo y tiene un valor inestimable porque es irrepetible y única. Así que la educación debe ayudar a descubrir ese talento que nos diferencia estimulando la curiosidad y el aprendizaje, buscando abrirnos a los retos que tenemos por delante con la rápida evolución de la sociedad, la tecnología y la economía global.
Para poder superar los desafíos a los que nos enfrentamos habría que adaptar los métodos de enseñanza humanistas y liberales a las nuevas tecnologías, sin perder la esencia de fomentar el pensamiento crítico, la creatividad y la comprensión profunda de la condición humana. También sería necesario garantizar que la educación humanista y liberal sea accesible y relevante para una población estudiantil diversa, respetando diferentes culturas, identidades y perspectivas. Debemos afrontar ese desafío de integrar disciplinas fomentando una comprensión holística del conocimiento que refleje la complejidad del mundo moderno.
Si conseguimos vincular los estudios humanistas y liberales con habilidades prácticas y aplicables al universo laboral, estaremos preparando a los estudiantes para carreras en constante cambio. Y así podremos mantener el enfoque en desarrollar habilidades de pensamiento crítico y análisis en un entorno donde la información es abundante, pero a menudo superficial. Junto a ello, es preciso los recursos suficientes para programas humanistas y liberales en un contexto donde las áreas STEM a menudo reciben más atención.
Es de una gran importancia preparar a los estudiantes para actuar y pensar globalmente, entendiendo y apreciando las interconexiones culturales y políticas en un mundo interdependiente; y lograr integrar los principios de sostenibilidad y responsabilidad social en el currículo, alimentando la conciencia sobre los retos ambientales y sociales. Enseñar ética y valores en un mundo que enfrenta desafíos morales complejos, desde dilemas bioéticos hasta cuestiones de privacidad digital y derechos humanos, es fundamental, así como incentivar la capacidad de adaptación y el aprendizaje a lo largo de la vida en los estudiantes, preparándolos para navegar por cambios laborales y sociales que aún no podemos prever.
Estos retos requieren enfoques innovadores y colaborativos entre educadores, instituciones, estudiantes y la sociedad en general para asegurar que la educación humanista y liberal siga siendo relevante y efectiva en el siglo XXI. Y existen ejemplos reales del resultado que la educación puede conquistar cuando se aúnan todas las voluntades.
Liz Murray, a quien tuve la oportunidad de conocer hace unos años, es una joven norteamericana que tuvo la valentía de superar las más adversas condiciones familiares hasta conseguir una educación que le salvó y le cambió la vida.
Liz nació y creció en el Bronx; en ese momento eso significaba un futuro sin esperanza. Sus padres eran adictos a las drogas y vivían de las subvenciones públicas del Gobierno estadounidense. Cuando el cartero llegaba con aquel cheque mensual, sus padres la llevaban a ella y a su hermana primero a comprar la droga con ellos, y después iban al supermercado, dónde solo gastaban un par de dólares en comida. Liz creció en el más absoluto abandono con el único objetivo de sobrevivir y el hambre le acompañó a lo largo de toda su infancia. A los 15 años sus padres murieron de sida y a los 16 se había convertido en una 'sintecho', que dormía en el metro y en los parques neoyorquinos.
Pero un día encontró un instituto alternativo y un profesor maravilloso que decidió darle la oportunidad de estudiar. La admitió con el compromiso de que obtuviera buenas notas, pero ofreciéndole un cariño y un apoyo sin reparos. Unos años después, y gracias a un plan de becas para estudiantes brillantes, consiguió ser admitida en la Universidad de Harvard.
La vida de Liz es una historia de sacrificio, lucha y triunfo, una historia de inspiración. Tuvo la suerte de vivir en un país que terminó otorgándole las posibilidades de salir adelante; y a base de tenacidad y constancia, las aprovechó. Desde entonces, se reúne con jóvenes y adolescentes para animarles a seguir avanzando, sean cuales sean las circunstancias que atraviesan sus vidas. Les habla del valor de la educación, de lo difícil que fue para ella conseguir estudiar y del cambio que la educación trajo a su vida.
Liz Murray nos deja un tesoro con su testimonio de vida y un legado con su experiencia en su recorrido de 'sintecho' a Harvard: «La educación es la clave para liberarte de la pobreza y el sufrimiento».
En definitiva, la educación es el camino a la libertad.
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