Gestos o muecas

Aquella temporada, el Racing amenazaba con perder los pies en el fango de la usura de sus dirigentes, asediado por las deudas y hundido en lo deportivo. Pero en la Copa, ese escenario donde los pequeños miran a los ojos del Goliat que se les cruza, el Racing había sacado sus galones y ahí estaba, moribundo pero en cuartos. No se juega, cantaban las gradas esa noche. Gil Manzano pitó el inicio del partido y pasó lo anunciado. Con los tacos clavados en el verde, se rebelaron contra el futuro del club que los innombrables que acabarían ante un juez mantenían estrujado en su bolsillo como el envoltorio de un caramelo. Esa noche el Racing no jugó, pero ganamos, y esa rebelión es un gesto que, aunque no te guste el fútbol, te hinca los dientes en el orgullo de saber que, a veces, lo colectivo está por encima de lo particular porque hay una intencionalidad que trasciende la deriva de la pose.

Quizá por eso no dejo de ver supuestos gestos en lo que sucede estos días; el gesto de Junts de tumbar la ley de Amnistía que los ampara; el gesto de la Academia de Cine por cimentar su Gala de los Goya sobre la denuncia de violencia machista del director de cine Carlos Vermut contra tres trabajadoras; el gesto de subir otro 0,5% el sueldo de los funcionarios por la mejora del PIB en 2023; el gesto de limitar los teléfonos móviles en todos los institutos de Cantabria. Me pregunto si en diez años alguien mirará al día de hoy para decir, fuimos valientes, fuimos ejemplo, o simplemente verá que son muecas que no cambian nada, si acaso la expresión cuando leemos las noticias.