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La banda sonora del campo de El Regimiento es una sinfonía de soplidos hidráulicos. En vez de la pisada de botas multitacos sobre el césped artificial, suena el fuelle de una chimenea o el hinchador de las ruedas de la bici, mientras decenas de esponjas ... mojadas son escurridas con cada carrera. Es difícil ver las líneas blancas del campo, porque nada en el campo puede ser blanco. Solo con coger el balón que sale de la banda para devolvérselo a los críos se te ponen las manos negras, como sus piernas, sus rodillas, sus uñas durante días aunque se laven. Los trozos de caucho en los campos de hierba artificial están pulverizados, son harina negra, y si caen cuatro gotas, el campo drena tan mal que se convierte en barro. Pero barro de plástico.
Si no juegas al fútbol o no te ha tocado ir a un campo porque nadie de tu entorno juega, quizá te importe poco el hecho de que la renovación de una instalación deportiva municipal se haga de esta manera, es decir, convirtiendo el césped artificial en un lodazal donde el balón apenas puede avanzar al quedarse pegado; puede que si no vives por la zona te dé igual que los focos del campo apunten mal y afecten a casas colindantes; puede que si no haces deporte te dé igual que las ciudades dediquen cada vez menos espacios a fines deportivos y que El Regimiento sea un emplazamiento estratégico para muchos clubes de la capital que no cuentan con instalaciones propias. Pero te guste o no el fútbol, lo que ha pasado en El Regimiento te ha pasado a ti, porque la forma en que se construye y se renueva la ciudad nos concierne a todos, y saben por qué, porque entre las ofertas económicas –con esa peligrosa tendencia a la baja, que en algunos casos de tan bajas son ínfimas–, o los tiempos de ejecución que se eternizan entre trámites y papeles que tardan semanas en pasar de una bandeja a otra, cualquier obra es susceptible de desquiciar como el balón incapaz de rodar por la banda, a pesar de haberlo chutado con fuerza. Nada avanza así. Que se haya dado por finalizada la obra hace apenas unas semanas en este estado es para sacar tarjeta roja, porque por mucho que desde el Ayuntamiento digan que no es tóxico el material negro que se pega a la piel de los jugadores, lo que es tóxico es que se permita que las obras se entreguen así.
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