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Este fin de semana, una biblioteca pública de Barcelona acogió un festival sobre literatura y naturaleza, en mitad del parque natural de Collserrola. En lo alto de la montaña donde está el Tibidabo, la programación de Liternatura convocaba a escritores, antropólogos, pianistas o ambientólogos para ... hablar de naturaleza y creación. Entre puestos de libros y actividades para niños, por megafonía se podía escuchar la charla que daba por la mañana uno de los ponentes, el filósofo Santiago Beruete: «La ecología sin justicia social es pura jardinería», dijo. Y ahí arriba, a 30 grados en octubre, no pude menos que sonreír.
No sé en sus ciudades, pero en la mía, cuando llega primavera, las medianas de las carreteras y los parterres de las plazas se llenan de esas flores de colores chillones que atraen miradas y abejorros, mientras provocan cierta alegría en los ojos y un olor almibarado cuando el calor se acomoda sobre ellas por la tarde. Es una acción política lo de esas flores; el espacio urbano es nuestro hogar, y lo compartimos fascinados, sin embargo, cuando llega octubre, de esos colores solo queda el tallo, el hueco vacío de lo que se quiso provocar, queda la jardinería del adorno. ¿Qué hay de perenne hoy en día en lo que nos convoca, en lo que atrae nuestra atención?
Nos hemos acostumbrado tanto a lo efímero que tenemos ese ritmo en nuestras venas; toquiteamos el teléfono sabiendo que lo que acabamos de ver ha caducado, también los debates; pasamos de la amnistía al referéndum y de nuevo al brotar de las líneas rojas mientras las ciudades se transforman ante nuestros ojos en destinos inhabitables, aunque estén llenas de flores. ¿Y si nuestro tiempo nos pide ese cambio, el de abandonar el matiz de los jardines estacionales, cambiar esa forma de vivir y mirar que solo busca el pétalo brillante, con los consiguientes moscones que le rondan?
«Demos tiempo a lo posible y ocurrirá», dijo Beruete al finalizar la charla en la que todos vestíamos con tirantes y sandalias, porque es otoño pero el cambio climático no lo sabe. Lo posible ahora es que venga una borrasca y que las conversaciones cambien del calor al frío con la misma rapidez con que cambia la noticia que abre los telediarios; lo posible es que Sánchez se lance a la investidura, que los parlamentos regionales aprueben sus normas; lo posible ocurrirá. Y florecerán debates, y se pudrirán ideas y sembraré otras cada lunes en este espacio, porque aún hay algo perenne que nos convoca y nos atrae en todo lo que compartimos: usted, lector.
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