![Las medallas intempestivas](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202104/10/media/cortadas/63541172--1248x1812.jpg)
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Al cabo de los años, la atleta cántabra Ruth Beitia recibe una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y una de plata del Mundial de Moscú 2013. Todo por la descalificación por dopaje de la rusa Svetlana Shkolina, que fue, respectivamente, ... bronce y oro en aquellas competiciones. Por esta clase de sanciones, se han retirado medallas olímpicas a deportistas de Rusia (43), Ucrania (11), Bielorrusia (11), Kazajistán (9), Estados Unidos (8) o Bulgaria (7), por citar los reincidentes. Las mayores descalificaciones se han producido en atletismo, halterofilia y lucha. Si uno acude al palmarés del Tour de Francia, ve anuladas todas las victorias del dopado Lance Armstrong. Hay corredores apeados del podio en todos los 'tours' entre 1999 y 2010.
No parece un problema exclusivo de los deportes. Estos son, en buena medida, expresiones de la humanidad contemporánea y sus valores, en lo bueno y en lo malo. Querría detenerme hoy en el efecto del 'falso presente', que se corresponde fielmente con este fenómeno de las medallas intempestivas, a destiempo, que privan a la persona, como decía la propia atleta en la radio, del momento de «romanticismo» en la celebración de un logro. Pero es más que eso: se trata de la falta de transparencia de la sociedad respecto de su propia situación; del establecimiento de noticias ilusorias. ¿Dónde están todas esas portadas de periódico con Armstrong presumiendo en el Arco del Triunfo? Eran colofones épicos; son testimonios satíricos. Se han convertido en iconos de lo falso.
El 'falso presente' son las medallas (entiéndase 'medalla' como una metáfora por cualquier aparente mérito o consecución) que se reconocen porque aún no se ha descubierto su dudoso fundamento ni, complementariamente, el mérito real de otros con menos fama. Podríamos decir que una gran parte del esfuerzo de una sociedad democrática consiste en eliminar los 'falsos presentes', para que los ciudadanos tomen sus decisiones a partir de un conocimiento cierto. Aquí el periodismo indagador, de datos, de investigación, de consulta con expertos, de presentación en diseño claro, tiene aún mucho recorrido.
Sin embargo, no resulta una tarea sencilla. En primer lugar, porque hay una distancia temporal entre el resultado aparente y su corrección. Personalmente tuve mi pequeña satisfacción cuando, después de argumentar en solitario contra una cifra sobre el crecimiento económico de Cantabria, al cabo del tiempo se rectificaron los números oficiales y se vino a decir lo que uno ya había sugerido. Esa medalla intempestiva no es relevante, pero sí lo fue el 'falso presente': se interpretó que la economía regional evolucionaba bastante mejor que lo que en realidad había ido, e incluso se votó con esa errónea idea en la cabeza. Con ello, se privó a la opinión pública de una valoración más ajustada de las opciones disponibles a la hora de apoyar la inversión y crear puestos de trabajo. La felicidad de todos se fundó en una irrealidad, un podio 'fake'.
Este desfase entre ilusión y realidad se produce típicamente en el ciclo presupuestario. La liquidación final del presupuesto de las Administraciones se anuncia muchos meses después de terminado el ejercicio, por lo que, cuando se quiere valorar si un gobierno cumplió o incumplió lo presupuestado, ya está terminando el verano del año siguiente, cuando el problema es si se está ejecutando el presupuesto nuevo, no el viejo. Sin embargo, ese debate es fundamental para corregir ineficiencias, evaluar políticas públicas y tomar decisiones de cara a los próximos proyectos, no solo en acciones y programas, sino también en los impuestos y otra legislación.
Así, los 'falsos presentes' estadísticos son un grave problema que enturbia las aguas de la calidad democrática. ¿Qué libre decisión se puede tomar a partir de información inexacta, oscura o dudosa? ¿Es posible en esas circunstancias ir corrigiendo la emocionalidad de la opinión para llevarla al análisis lo más racional posible de los problemas, dada la complejidad que estos han alcanzado en nuestra sociedad? Pues parece difícil si no se producen más avances en cuestión de transparencia en el conocimiento social.
Naturalmente, hay medallas frágiles también en otros ámbitos. Hace cien años, el filósofo Henri Bergson petaba las aulas del Collège de France. Acudían a sus cursos no solo los estudiantes, sino gente de todo París. Había que ir a la clase anterior y pillar sitio, a fin de no quedarse sin asiento para cuando comenzara su conferencia. En 1927, por su elocuencia, recibió el Nobel de Literatura. Sin embargo, su vitalismo espiritualista produjo pocos discípulos. Pronto llegaron el existencialismo y el marxismo, después el estructuralismo, y Bergson quedó olvidado como una antigualla insustancial.
Ha ocurrido en el mundo económico con empresas o proyectos aparentemente sólidos y con liderazgo, que se han derrumbado de la noche a la mañana, como quien dice, mientras que otros de menos fuste han prevalecido y ahora ocupan el medallero de su sector. O en el mundo artístico cuando se han descubierto falsificaciones y cosas raras.
El predominio de la retórica crea una sociedad menos transparente, porque se fundamenta en interpretaciones de base movediza y en el uso constante de los futuribles. Pues un presente no es un puro 'ahora mismo', sino también la interpretación de lo muy reciente y la anticipación de lo que nos viene a continuación. El presente es más ancho que largo el puntal de Somo.
Esto hace no solo que la función periodística sea cada vez más necesaria, sino que deba coordinarse con la de todos aquellos llamados a un deber de objetividad del contenido, como los investigadores y expertos, los 'pastores' de datos en los diversos registros, las fundaciones públicas o privadas con finalidades cognitivas y sociales, y los tecnólogos que imaginen cómo obtener información más rápida y mejor estructurada, y examinar adecuadamente los conjuntos de grandes datos. Hasta entonces, seguirá habiendo muchas medallas intempestivas, tibias alegrías de 'a buenas horas mangas verdes' y miradas melancólicas a momentos que se habrán vuelto fotos trucadas. Y muchos errores de juicio.
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