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Dicen los expertos que los niños creen todo lo que oyen y mucho más, lógicamente, si ello viene de quienes consideran importantes, desde sus padres hasta sus profesores. Quizás los jóvenes, a medida que crecen, se vuelvan más escépticos, pero es indudable que mucho ... de lo que ven a su alrededor o conocen a través de los medios de comunicación puede influir en ellos y contribuir a conformar su comportamiento futuro. Si eso es así, razonable es pensar que lo que observan en aquellas personas que ocupan los puestos de responsabilidad más importantes del país influirá de forma importante, y hasta determinante, en el comportamiento a seguir en un futuro próximo en sus relaciones con otras personas o, más aún, cuando tengan que tomar sus propias decisiones. A la vista de lo anterior y ante el comportamiento de muchos de nuestros políticos y autoridades de diverso rango y condición, surge una pregunta fundamental: ¿Qué mensaje estamos enviando a los jóvenes? ¿Qué valores estamos transmitiendo a esos jóvenes? ¿Cómo pueden decirles los padres a sus hijos, y que estos les crean, que no todo vale, que el esfuerzo y el trabajo es fundamental para obtener lo que pretendes y ansías en la vida, cuando luego ven lo que ven? ¿Cómo puede un profesor tratar de hacer entender a sus jóvenes alumnos que el trabajo bien hecho, obtenido con su esfuerzo personal y no buscando subterfugios ni haciendo trampas, les será a la larga más beneficioso, fructífero y hasta satisfactorio que si lo único que hacen es trampear para ir tirando, cuando luego ven lo que ven?
Y es que, ¿cómo pueden padres y profesores intentar cumplir con su importante misión para formar una nueva generación de hombres y mujeres responsables cuando desde lo más alto de la sociedad se les manda el ejemplo contrario? ¿Cómo pueden padres y profesores convencer a los jóvenes que están bajo su tutela de que la palabra dada es sagrada, cuando de forma continuada ven lo que dicen y después hacen quienes tienen la responsabilidad de liderar nuestro país? ¿Cómo pueden padres y profesores inculcar a sus hijos y alumnos que la mentira es despreciable cuando observan como quienes ocupan las máximas magistraturas del país mienten con total descaro e impunidad? ¿Cómo pueden padres y profesores convencer a sus hijos y alumnos de que los compromisos adquiridos deben cumplirse, aunque ello les suponga un sacrificio, cuando ven a los dirigentes del país saltarse a la torera los compromisos que libremente ofrecieron en las campañas electorales previas a las elecciones haciendo todo lo contrario de lo que, con gran solemnidad, se habían comprometido a hacer o a no hacer, cuando llegasen al poder?
Y es que, ¿qué pueden pensar esos jóvenes que pudieron observar que algunos de quienes decidieron, con lógica y razón, la emergencia sanitaria vivida por la propagación del Covid-19, imponer la reclusión en sus domicilios a todos los ciudadanos y, más aún, si hubieran estado en contacto directo con algún contagiado aislarse totalmente al menos durante catorce días para evitar nuevos contagios a otras personas, y luego ver a quien ocupa una de las máximas magistraturas del Gobierno de España saltarse a la torera, con total impunidad, tal prohibición?
Y es que, ¿qué pueden pensar esos jóvenes que observaron a muchos dirigentes políticos animar a la población a asistir a una manifestación, que se suponía, como así fue, masiva en toda España, para inmediatamente después de celebrada aquella cerrar los colegios y universidades y hasta confinar a todos los españoles en sus casas por el peligro de contagio con un virus que hasta ese momento habían minimizado, se supone que para que no les arruinase la celebración programada? Es posible que muchos piensen, ante planteamientos como los expuestos, que los jóvenes pasan totalmente de la política y que por lo tanto no se enteran de lo que dicen o dejan de decir, y hacen o dejan de hacer, los diferentes líderes políticos. Es probable que en muchos casos sea así, pero ello no es obstáculo para que se empapen de todo lo que sucede a su alrededor, por lo que, casi sin darse cuenta, como si de una lluvia fina se tratase, tales comportamientos vayan calando en su ánimo llegando así al convencimiento de que lo importante es obtener los objetivos propuestos sin importar los medios utilizados para ello. Si eso fuere así cambiar esa mentalidad será muy difícil y, por ello, la futura sociedad de la que formarán parte tendrá unas características muy poco recomendables. Y entonces, nosotros, sus mayores, no tendremos derecho a reprocharles su comportamiento, al ser responsables, unos por acción y otros por omisión, de que quienes ahora así actúan sigan ejerciendo su actividad sin, por nuestra parte, exigirles responsabilidades por sus actos.
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