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Son unos mequetrefes señor, los que le atacan estos días. «Personas insignificantes en lo físico o en lo moral», que así de bien les define nuestro diccionario. Pero la mayoría de los españoles estamos muy orgullosos con su salvaguarda e ilusionados hoy con su visita.
Su presencia nos hace recordar un bello poema de Cecilia Meireles sobre el trabajo de un afinador de pianos que «escucha cada nota y mira los bemoles y los sostenidos, oyendo y viendo las cosas más destacadas y las orienta», tal su misión, señor, que así es su trabajo de cada día, a veces incomprendido por unos cuantos que insultan resentidos las instituciones.
Uno de ellos pertenece a Compromís, partido mínimo de esos que se cuelan en el Parlamento gracias a una ley electoral asimétrica e incomprensible. Su nombre es Joan Baldoví que, aprovechándose de la libertad que nos hemos dado, vitorea a Mónica Oltra, presunta encubridora de delitos sexuales a menores mientras le llama a usted «ese chaval» de manera despectiva después de dedicarle a su padre, el rey emérito, artífice de esa libertad de la que disfruta, mil improperios.
Ya se que no importa y que esos comunistas y su peña más cafetera, que estarán en el Gobierno sólo un ratito más, algo tienen que hacer mientras maquinan y no trabajan. Allá ellos.
Llega usted a Santander, residencia de sus antepasados para orgullo de esta ciudad cosmopolita que está deseando hoy recibirle y agradecerle. Es que sabemos a lo que viene y no existe misión más elevada para nosotros ni que más nos guste: visitar, prestigiar y relanzar a la UIMP, que falta le hace, e inaugurar sus cursos porque sale de una profunda crisis cuando unos insensatos quisieron aplicar esa ridícula Ley de Cuotas para su gestión y casi la hacen desaparecer. Les faltó «el canto de un duro», que es cómo se dice de forma castiza. Ahora estamos muy ilusionados con el nuevo equipo rectoral que comienza su andadura con un magnífico programa y contando con usted para la ceremonia inaugural. Buen punto de partida para una nueva era.
Recuerdo cuando, hace años, gentes que se sentían republicanas nos decían: «No somos monárquicos, somos juancarlistas», reconociendo el trabajo de Juan Carlos I, artífice de nuestra Transición Democrática que generó los mejores años de progreso de nuestra historia. Está presente sobre todo cuando con energía detuvo aquel pretendido golpe militar chapucero de los «sesientencoño». Esa firmeza jamás debería de ser olvidada.
Por último, señor, ahora toda esa gente es «felipista», cómo yo, como casi todo el pueblo.
Bienvenido a Santander, a nuestra bonita ciudad, a nuestra casa que es la suya.
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