Meta(per)verso
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El metaverso no es una liberación, es un nuevo sometimientoCada vez que leo o escucho la palabra metaverso me pongo de mal café, precisamente porque no encuentro nada poético en ella. Donde los utópicos digitales 'ven', en este nuevo paradigma, un oasis virtual, yo sólo veo un sucedáneo de realidad, un 'quieroynopuedo' que no ... pretende sino controlarnos todavía más, captar completamente nuestra (ya muy despistada) atención y generar aún más necesidades artificiales de las que ya tenemos. Realmente, los mundos virtuales no son nada nuevo, siempre han sido la válvula de escape de aquellos dotados con suficiente imaginación para habitarlos, en sus mentes. Pero el metaverso es diferente (con no poco de perverso).
El metaverso aspira a componer el 'nuevo ciberespacio': un ecosistema en el que podamos interaccionar, socializar, trabajar, divertirnos y, sobre todo, consumir. De ahí el interés de todas las grandes empresas tecnológicas por construir su propio metaverso. Cada metaverso compondrá un mundo aparte, con las reglas que en él imponga su dueño correspondiente. ¿Y quién les ha pedido a las grandes compañías tecnológicas que creen estos mundos paralelos? Nadie. La construcción de estas realidades alternativas la están financiando e impulsando ellos por iniciativa propia (en una extraña vorágine por solucionar un problema que hoy nadie parece tener y que sólo a ellos beneficia): la necesidad de mantenernos permanentemente conectados. No, el metaverso no es una liberación. Todo lo contrario, es un nuevo sometimiento.
Facebook (perdón, 'Meta') lanzó en su rueda de prensa inaugural una declaración buenista de intenciones que promete construir un «mundo mejor», más igualitario, inclusivo y donde las limitaciones y jerarquías del mundo físico queden superadas. No me lo trago, por una sencilla razón: el metaverso (o los múltiples metaversos que surjan en el futuro) van a ser constructos ideados por mentes humanas y, por tanto, hechas a su imagen y semejanza con todos sus prejuicios, mezquindades, sesgos, miedos e intereses ¿Cuáles? Los de las compañías que los construyan. Por si no hubiese ya suficientes problemas en el mundo, se están inventando nuevos mundos (artificiales) para solucionar nuevos problemas (sintéticos). Mientras, en vez de ocuparnos por los problemas del aquí y ahora (calentamiento global, acceso a agua potable, hambre en el mundo, etc.) construiremos metaversos -mundos artificiales- en los que refugiarnos y en los que gastar dinero con la diferencia de que, allí, aquello que se adquiere o consume ni siquiera existe. Para mí, la idea de vivir la mayor parte del tiempo en un universo sintético paralelo, lejos de resultar utópica, se parece más bien a una pesadilla.
Dice el expresidente de Uruguay, José Mújica, que es miserable perder tiempo de vida pues, precisamente, el tiempo es algo que no tiene precio ni se puede comprar. Eso es fundamentalmente, en mi opinión, lo que ofrecen los metaversos: una fuente inagotable de tiempo perdido. Del mismo modo que en los años 70 hubiese sido impensable, para aquellos ingenieros estadounidenses que ponían las primeras bases de eso que hoy compone internet, que 50 años después el 80% de lo que circula por la red de redes es porno y otro 15% son gatitos, no somos capaces de atisbar qué oportunidades (o bodrios) va a generar el metaverso. Sin duda el metaverso alumbrará también ventajas y progreso, como lo ha hecho Internet. Sin embargo, la diferencia entre el ciberespacio y el metaverso es que tienen puntos de partida muy dispares: el primero es un espacio (aún) relativamente descentralizado, colaborativo y abierto. Internet (todavía) no es de nadie. El metaverso, en cambio, promete mundos estancos, compartimentados y controlados por sus respectivos propietarios. Cada uno de ellos estará diseñado por grandes compañías tecnológicas ávidas de vender sus servicios y bienes a los habitantes de esos «nuevos mundos» bajo la liberadora promesa de ofrecernos una felicidad alternativa a la del mundo real. El 'Google chino' (el motor de búsqueda Baidu) ya ha lanzado su propio metaverso, al que ha bautizado 'XiRang' (Tierra de Esperanza). La diferencia de este (y otros posibles metaversos) es que sí va a estar controlado por el gobierno chino, que ha comprendido que, aunque virtuales, generando nuevos mundos se pone en riesgo la unidad de su sociedad y su país.
Aunque Mark Zuckerberg se postule ya como embajador oficial del metaverso, un ecosistema virtual completamente inmersivo y persistente que ofrezca a sus usuarios una «sensación presencial» es una idea que pertenece hoy, aún, más al terreno de la ciencia ficción que al de la realidad. Para mí, todo un alivio. Conforme pasan los años, las cosas que más me importan y valoro en la vida son las que no tiene precio: un abrazo, una conversación mano a mano con una persona querida, una buena historia, un paseo, un atardecer... o un poema. Yo me quedo con eso del metaverso. Sin Meta.
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