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Por suerte, cada vez existe un mayor número de mujeres en la ciencia, o al menos se visibiliza más su presencia. Y ciertamente iniciativas como la de mañana, 11 de febrero, encauzan numerosas actividades y acciones que manifiestan el cambio producido en los últimos tiempos ... en relación a la vida académica e investigadora de las mujeres.
Este día las redes, la prensa y los medios de comunicación se dedican a loar a figuras femeninas. Curiosamente todas ellas tienen algo en común: una vida hecha a través de adversidades, superaciones y contratiempos. Han conseguido llegar a dónde han llegado contra viento y marea. A pesar de la familia, de los vecinos y de toda la sociedad que las rodeaba y en la que vivían. Todas, todas ellas, se remiten a una historia de superación.
Resulta imposible comentar solo sus descubrimientos, trabajos, investigaciones o logros. Al referirnos a sus vidas, siempre se exponen las injusticias que se practicaban y que aún se cometen contra las científicas, por el mero hecho de ser mujeres.
De esta forma, tristemente, se oscurecen sus descubrimientos y quedan en un segundo o tercer plano frente a las dificultades que tuvieron que vencer. El relato las convierte en superheroínas. De alguna manera su trabajo queda opacado por la épica, lo que no ocurre con las biografías de los científicos. Si se trata de un varón la historia se refiere a sus investigaciones y las dificultades, sí existen, que también, no se tratan como una lucha titánica frente a un mundo que les rechaza por ser hombres, sino a problemas con sus colegas, que de ninguna manera les menoscababan por su género. Por estas razones, porque su vida se cuenta como una lucha contra el mundo en el que viven, se puede llegar a invisibilizar los méritos puramente académicos de tantas mujeres brillantes.
Esta es la dificultad con la que nos encontramos. La única manera de celebrar exclusivamente los éxitos científicos de una mujer sería aquella que nos mostrara cualquier historia libre de machismo. Y yo, buscando en la vida de estas figuras femeninas, aún no he encontrado ninguna. Si han llegado a ser conocidas, ha sido, precisamente, porque se han levantado por encima de prejuicios, arbitrariedades, desconfianzas y convencionalismos. Y ya no hablamos de la renuncia a la vida familiar, o a la apropiación por parte de sus colegas masculinos, maridos en algunas ocasiones, de la autoría de sus descubrimientos y teorías.
Así que si bien esta fecha nació con la intención de visibilizar a las brillantes mujeres que han contribuido y contribuyen a la ciencia, también es cierto que, como otras fechas simbólicas, se ha convertido, para algunos, en una obligación. Muchas empresas e instituciones concurren, con entusiasmo, en los eventos de este día porque son participes de este proyecto y comparten sus valores que evidencian la discriminación de la mujer en la ciencia. Pero, no nos engañemos, otras participan por compromiso.
En estos tiempos es imposible no posicionarse a favor de una efeméride relacionada con cualquier tipo de discriminación, pero, a pesar de que el 11 de febrero los calendarios se saturan con eventos acerca de la mujer y la niña en la ciencia, no son pocas las instituciones que, durante los otros 364 días del año guardan un contradictorio silencio, si no continúan ejerciendo esa misma discriminación que en este día denuncian.
En muchos casos da la sensación de que el 11 de febrero se ha convertido en una muestra de la Historia; y creo que con la exhibición de nombres y biografías del pasado, se pierde la escala del presente, que es lo que realmente fundamenta a la iniciativa.
La ONU declaró el 11 de febrero Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia en reconocimiento al papel clave que desempeñan las mujeres en la comunidad científica, para darles voz y lograr una mayor participación en el mundo de la ciencia. Con el ánimo y la necesidad, además, de establecer mecanismos que permitan que aumente y se mantenga su presencia en este sector.
Así que, cuando se toma por ejemplo la excepción y se les relata a las niñas y adolescentes las vidas de estas eminentes protagonistas que se pusieron el mundo por montera, la genialidad parece volverse la norma. Y no todas las personas podemos (ni debemos) ser Emmy Noether o Maria Sklodowska-Curie o Valentina Tereshkova, Lise Meitner o Elizabeth Blackburn. Para ser científicas no necesariamente tenemos que ser excepcionales. Y es que corremos el peligro de que las figuras ocultas de la historia acaben ocultando a las presentes.
A pesar de que hay motivo de celebración por los avances feministas en muchas disciplinas, siguen existiendo barreras que impiden el progreso en materia de igualdad. Las dificultades que se encuentran en sus carreras ya no son las que tuvo que superar Mary Anning en el siglo XIX, pero no por ello han desaparecido. El machismo es malo para las mujeres, es malo para los hombres, y es malo para la ciencia.
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