Murphy pasó por la calle Castilla
Cómo pez en Cantabria ·
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Edward Aloysius Murphy fue un ingeniero aeroespacial americano que en 1949 trabajó para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos probando cohetes sobre rieles para comprobar la resistencia humana a las fuerzas G y mejorar su seguridad.
En uno de sus ensayos quiso incluir unos ... medidores de esfuerzo electrónicos cuyos resultados métricos fueron igual a cero. Cuentan que el propio Edward Aloysius se dio cuenta de que su ayudante había cableado todo al revés y, a partir de ese momento, desarrolló la idea de que «si hay más de una forma de hacer un trabajo y una de ellas puede acabar en desastre, seguro que alguien lo acabará haciendo de esa manera».
¿Les suena de qué estoy hablando? Seguro que sí, porque fue el inicio de lo que posteriormente se conoció como la famosa «Ley de Murphy».
Bueno, pues esto es lo que viene en Wikipedia, pero como ya saben que en Wikipedia puede escribir cualquiera y la veracidad a veces es de aquella manera, yo voy a poner en duda esta historia y desarrollaré otra. Me la imagino más con Murphy veraneando en Santander y queriendo salir en coche de la ciudad por la calle Castilla un día cualquiera para ir a tomar un chocolate con churros a Liérganes.
¿Y qué le ocurrió entonces? Lo que nos ocurre a todos cuando enfilamos esta calle, que es que elijas el carril que elijas, te comes el atasco.
Mis primeras experiencias fueron las que intuitivamente todo hijo de vecino elige por defecto cuando atisba una vía con tres carriles, es decir, coger directamente el carril izquierdo que es el de los adelantamientos. Pues… ¡error! Porque hay multitud de coches y camiones de reparto que se ponen en doble fila y otros tantos que reducen el paso para meterse por las bocacalles que empalman con Antonio López y Marqués de la Hermida. Los siguientes días probé a tomar el carril derecho. ¡Error también! Porque están las paradas de bus, la entrada a la policía local, un parking, varios talleres y concesionarios, un instituto…solo faltan los hermanos Marx, porque camarotes y barcos hay bien cerca. Entonces me di cuenta que para ganar, como en política, la clave era «centrarse» y que el mejor camino sería el de en medio. ¡Nuevo error! Porque los que son de aquí ya saben que los carriles izquierdo y derecho tienen su trampa, y entonces se lanzan en tropel al carril central creando también su correspondiente fila lenta.
Lo peor de todo es que, mientras tú estás atascado en cualquiera de los tres carriles que hayas elegido, acordándote de todos los familiares de los que tienes delante aunque ni les conozcas ni tengan culpa de nada, justo ves con cara de tonto cómo ese día casualmente las otras dos vías fluyen sin problemas. Qué les voy a contar, Ley de Murphy, estoy seguro que él mismo pasó por allí.
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