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El Consejo de Ministros aprobó el 18 de febrero el anteproyecto de la Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación. La reforma busca fortalecer las capacidades del sistema español de ciencia, tecnología e innovación, que hasta ahora estaba regulada por una norma de ... 2011. Conviene aclarar que bajo el término Ciencia se incluye todo el Conocimiento, en particular, también, la investigación en Humanidades y Ciencias Sociales. El objetivo es crear un marco normativo que sitúe el Sistema Español de Ciencia, Tecnología e Innovación (Secti) como uno de los elementos claves para el desarrollo y el progreso de nuestro país, mejorando su eficacia, coordinación, gobernanza y transferencia del conocimiento. Esta nueva ley debe colaborar para superar de una vez por todas algunos de los problemas endémicos de los que adolece nuestro sistema de ciencia y que han sido reiteradamente señalados: la dificultad para la captación y retención de talento; la burocracia excesiva; la insuficiencia de inversión, tanto pública como privada en la I+D y la falta de estabilidad que permita el desarrollo sostenido de estrategias a largo plazo.
El texto introduce reformas para dotar de más recursos, derechos y oportunidades al personal investigador y lograr una carrera profesional pública más estable en el ámbito de la I+D+I, algo que resulta fundamental si queremos incentivar las carreras científicas y atraer talento.
La nueva norma viene a corregir las amenazas más acuciantes del sistema de I+D+I público en España: el envejecimiento del personal investigador, las discontinuidades en la carrera científica, el retraso en la entrada al sistema para las personas jóvenes… Por ello aporta reformas en la carrera científica, dirigidas a reducir la precariedad y dar estabilidad a científicos e investigadoras. Una de las medidas más importantes es la introducción de una nueva modalidad de contrato indefinido vinculado al desarrollo de actividades científico-técnicas, para todo tipo de personal científico en el marco de líneas de investigación concretas. Ello permitirá, según datos del propio Ministerio de Ciencia, repoblar el sistema público de investigación con 12.000 nuevos científicos en tres años y recuperar parte de los cerebros emigrados.
Porque, sin duda, necesitamos las mejores cabezas y las mejores manos. Y sólo las conseguiremos si hacemos un sistema atractivo y permeable en todos sus niveles: para que los más jóvenes puedan ver en él un futuro profesional estable y digno, compatible con el desarrollo de su proyecto personal. Y también, para la incorporación, en etapas más avanzadas, de personas procedentes de otros ámbitos, centros y países, para lo que hace falta ofrecer, al menos, unas condiciones equiparables a las de sus sitios de procedencia.
Necesitamos, también, mejorar la gestión de la investigación. En dos direcciones simultáneas: dotando de personal técnico cualificado para ello, que libere a los investigadores del papeleo que actualmente les consume cantidades ingentes de tiempo, y, también, simplificando los procesos de gestión. Dos palabras pueden resumir, en gran medida, lo que se necesita: simplificación y confianza en nuestros científicos y gestores.
Por último, necesitamos más recursos económicos, una inversión suficiente y sostenida en el tiempo, para situarnos, al menos en la media europea. El proyecto de Ley, sienta las bases para alcanzar una financiación pública en I+D+i del 1,25% del PIB en 2030, con el objetivo de que, si el sector privado contribuye como exige un estado moderno, podamos alcanzar el 3% que establece la Unión Europea como nivel de referencia, objetivo ambicioso si se tiene en cuenta que ahora mismo estamos apenas en el 1,2%. Siendo conscientes de que la ciencia no se improvisa. Hay que sembrar, regar, abonar y esperar para recoger. En definitiva, necesita inversión suficiente y sostenida.
La importancia y oportunidad del proyecto no puede ser más evidente: el conocimiento es ya, y va a serlo cada vez más, el elemento diferencial para el progreso de las naciones. La crisis del covid-19 ha puesto de manifiesto, la relevancia de la ciencia en el mundo actual. Ha sido el conocimiento científico el que ha hecho posible la identificación, primero, y la fabricación de vacunas, después, que han conducido a la minoración de los efectos y el control, dentro de lo posible, de esta pandemia. En medio de la pandemia sufrimos el azote de Filomena, la mayor tormenta de nieve y hielo que hemos vivido en muchos años. De nuevo fueron los científicos quienes nos alertaron, con una fiabilidad sorprendente, gracias a los ajustados modelos de predicción del clima y a la enorme capacidad de computación y cálculo desarrollados en los últimos años, de la magnitud de lo que nos esperaba, lo que permitió anticiparnos haciendo que los daños, sobre todo los humanos, fueran los mínimos posibles. Modelos matemáticos sofisticados que permiten anticiparnos, con un grado de acierto cada vez mayor, a lo que va a pasar en unos días.
Por si fuera poco, en septiembre del 2021 el volcán de la Palma comenzó la que sería la mayor erupción violenta continuada del último siglo. Pero, afortunadamente, sin víctimas humanas derivadas directamente de ella: el volcán estaba suficientemente monitorizado de modo que la red de control sísmico proporcionaba los datos relevantes para tener información bastante certera del lugar y el momento en el que la catástrofe podía producirse y anticipar sus efectos. De nuevo la ciencia viene en nuestro auxilio. Desgraciadamente, se escapa fuera del alcance de la ciencia evitar que las personas puedan tomar decisiones que nos conducen a situaciones como la que estamos viviendo con la execrable invasión de Ucrania por parte Rusia. Aunque cada vez entendemos mejor el funcionamiento de nuestro cerebro y la psicología humana y precisamente nos damos cuenta de la importancia del conocimiento de la historia, la cultura, de las emociones, de la defensa de la democracia… Sólo con un enfoque multidisciplinar podremos hacer frente a los enormes desafíos actuales de la humanidad y el planeta: el cambio climático, las pandemias, la guerra, la pobreza, las migraciones, las fuentes de energía, la inteligencia artificial…
Habrá todavía quienes aun piensen que el «que inventen ellos» sea una opción viable, o en lo innecesario (por costoso) de mantener un sistema científico sólido y competente a nivel internacional, en un mundo cada vez más global, en particular en el conocimiento. Conviene recordarles lo que decía D. Ramón y Cajal hace ya un siglo: «Considerad que cada idea nueva, no contrarrestada por otra nacida entre nosotros, es un eslabón más de nuestra servidumbre mental, es una contribución que deberemos pagar en oro»
La UIMP tiene encomendada la misión de difundir la ciencia, fomentar las relaciones de intercambio e información científica, así como el desarrollo de actividades de alta investigación y especialización. Una buena ley de la ciencia beneficiará al devenir de esta universidad ya casi centenaria, y lo que es más importante, será fundamental para el progreso de nuestro país, al que queremos contribuir activamente.
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