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El tiempo pasa tan rápido que es una barbaridad aunque ahora, en estas tardes veraniegas, pensemos lo contrario. Y es que nuestro cerebro, fuera de preocupaciones y estrés, nos hace creer en esas 'buenas vibraciones' de aburrirnos, como decía la canción de The Beach Boys. ... Es como la «paradoja de las vacaciones» que indica la psicóloga Claudia Hammond en su ensayo 'Tiempo deformado', pues cuando recuerdas tus vacaciones ya pasado un tiempo da la sensación de que duraron más frente a que parecieron pasar rápido cuando las estabas disfrutando.
Un buen ejemplo de algo que parece ya lejano es cómo hace dos años, en uno de los momentos más complicados de la pandemia de covid, no había casi actividad en el sector de la vivienda y los precios cayeron. Estos meses han vuelto a subir, al menos por ahora, pues el horizonte ya se atisba con un posible escenario que ojalá evitemos y que es el de la recesión (en Estados Unidos ya les suena), lo que nos perjudicaría a todos. Además, la subida de tipos de interés y lo que pueda venir impacta directamente en vena en nuestros bolsillos pues desincentiva a los compradores (que pueden elegir otros productos de ahorro remunerado), encarece el poder endeudarse y hace que si tenemos una hipoteca, pudiésemos empezar a pagar más. Esa 'nueva hipoteca' que nos espera este otoño puede verse incrementada con otros dos elementos. Primero, una inflación que erosiona las rentas de todos los cántabros sin tregua y que a todos nos gustaría decir que se va a diluir como un azucarillo en el café. Pero, una cosa es ser optimistas y otra es que el mejor anclaje es la realidad, y en Cantabria escaló al 10% en tasa anual (sólo Austria está peor en caída de ingresos reales per cápita que nosotros como país según OCDE) cambiando los hábitos de compra hacia las 'marcas blancas' y productos baratos, pues no es lo mismo que la lechuga suba diez céntimos a que aumente un 10% el precio de la merluza y la pescadilla.
Medidas anticrisis, aunque loables, no resuelven el problema pues el margen de maniobra es limitado y muchos acaban volviendo a la ayuda familiar, circunstancia que en el caso de la alimentación es más factible que en la otra 'nueva hipoteca' que, además de la inflación es el precio de los carburantes pues ¿cómo explicar que hayan vuelto a caer alcanzando así sus niveles más bajos desde mayo? Así, a pesar de estas caídas (considerando el descuento del Gobierno que implica ahorros de 11 euros al llenar el depósito, tanto con gasolina o gasóleo, pues si queremos ver precios reales podemos acudir al Boletín Petrolero de la Unión Europea, etc.), los precios siguen siendo los más caros de la serie histórica reciente para un mes de agosto, periodo dónde se produce un aumento de la movilidad en las carreteras por vacaciones, por lo que es de esperar nuevas prorrogas en este tipo de descuentos públicos al carburante.
Y es que conceptos como no sólo la pobreza energética sino también alimentaria han de hacernos reflexionar sobre cuál ha de ser la estrategia a seguir entorno a las decisiones financieras a tomar micro y macro (¿'pacto de rentas' para contrarrestar los efectos del alto IPC como nueva 'prima de riesgo'?) tras este verano de reflexión sosegada.
En todo caso, la inflación no trae nada bueno y daña la paz social, pues tras haber sido negada por muchos y luego subestimada, su retorno está ya en el día a día y supone reafirmarse en la teoría de los ciclos económicos en donde toca remar y arrimar el hombro a partir de otoño. Por eso, frente a la inflación, seamos audaces y optimistas pero también realistas pues la clave, como casi todo en la vida, está en los pequeños detalles.
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