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El lenguaje ejemplifica como pocas cosas los posos de nuestra cultura. Se infiltra en nuestra memoria y puede llegar a convertir en cotidiana cualquier anomalía. Así, es el propio lenguaje el que nos enseña, apenas comenzamos a caminar, que en la ciudad cuando pasamos la ... calle debemos cruzarla. Sin embargo, las calles no siempre se han cruzado, se deambulaba por ellas sin tener asignado un espacio a los lados.
En algún momento se desposeyó a los peatones del espacio central de la calle y tuvimos que empezar a cruzarla. La ciudad se llenó de semáforos. El espacio central para los coches logró continuidad y prioridad. Desde entonces los coches simplemente pasan y los peatones cruzan. El lenguaje terminó certificando la sustracción.
Gran victoria del automóvil en su conquista urbana. Ahora, aprendemos cual es la jerarquía urbana. La vida se confinó al perímetro de las calles.
Llegan cambios con una cifra: 30. Será obligado limite para los coches en muchas calles. Razones no han faltado y ventajas muchas. Los ayuntamientos deberán cumplir y adaptar las calles a la nueva norma. En nuestras ciudades, será mas fácil identificar lo que no es 30 que ubicar treintas por todos lados. Sí, todo a 30 excepto cuando nos indiquen otra cosa. Si los conductores asumen el mensaje 'Ciudad 30' será un gigantesco paso de calidad.
Implementar la medida demandará algo más que señales. Muchas ciudades, no terminan de confiar en radares y señales y diseñan calles para vivir, con límite 30. Políticos: ¡el eje central de un vial no manda! Si queremos la calle a 30 deberemos prestar más atención a los bordes y encoger el espacio central, el de los coches. Los ejes deberán transformarse en líneas sinuosas que impidan la velocidad y acomodarse al perímetro, donde está la vida. Si hay un colegio se ensanchará el espacio peatonal y se apartará la circulación, si hay una plaza se extenderá su pavimento y los coches deberán cruzarla, si hay un parque asomará a la calle, etc.
Una oportunidad para cambiar de protagonista en la ciudad. Que sean los coches y no los peatones los que empiecen a entender y sentir que han de cruzar la calle. Invertir prioridad, continuidad y sobre todo percepción. Si el itinerario peatonal es continuo y prioritario serán los coches los que crucen, si la vida de los bordes prima, será la traza del coche la que, sinuosa, se adapte a lo que ocurre alrededor. Si los conductores son conscientes de cruzar una calle, habremos aprovechado la oportunidad de esta cifra.
¡Que la norma no quede en el papel!
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