Orgullo y argayo
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A finales de junio, como en otras ciudades, se celebró en ambiente festivo el Día del Orgullo. Cuando con nuestro esfuerzo hemos alcanzado una meta, es muy legítimo sentirnos orgullosos y satisfechos de ello, siempre y cuando esos sentimientos no signifiquen superioridad, altanería, o ... incluso rechazo y menosprecio hacia los éxitos logrados por los demás. Difícil interpretar ese mal entendido orgullo por ser heterosexual, homosexual, inter o trans-sexual. En la especie humana, es en la quinta semana de la vida embrionaria cuando la sexualidad queda definida. En los ratones es a los once días. Los genes presentes en los cromosomas sexuales son determinantes del sexo del embrión mediando el juego de las hormonas sexuales. En todo caso podemos estar conformes y hasta contentos, ¿pero orgullosos cuando es algo que nos da la naturaleza? La evolución de las especies en millones de años nos ha ido diferenciando. Los avances científicos confirman poco a poco muchas de aquellas intuiciones que desarrolló Charles Darwin (1809-1882) después de su larga travesía de cinco años a bordo del 'Beagle'. Sí sabemos que desde la simple partición celular todas las formas de reproducción, asexuada o sexuada, tratan de asegurar la supervivencia de las especies. Una especie tan primitiva –cara y exquisita– como el percebe además de ser hermafrodita, tiene capacidad de autofecundación cuando le falta pareja. Complejo y curioso mundo el del sexo. ¿Entenderíamos una jornada del orgullo de quienes tengan una altura superior a 1,80 metros o de los que midieran menos de 1,50 metros? ¿Y por qué no de nuestra calvicie? Muy lejos de lo humano ser pavo real o percebe, pero detrás de todas estas promociones hay muchos intereses comerciales.
Es que aquí no nos falta de nada, y ahora lo del argayo. Con razón, los vecinos de Barreda dicen que se veía venir. Que las cosas se quieren hacer bien, no lo dudamos, pero que también lo tomamos con calma es evidente. Esa ampliación del cuarto carril ya era casi una demanda histórica desde el nacimiento de la autovía, y la señalización amarilla de la zona nos presagiaba que tendríamos obra para rato. El amenazante talud y la lluvia torrencial hicieron el resto. Lamentarnos de nada vale; es el momento de actuar sin demora pero con plena garantía para el futuro.
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