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Nos gusta más una polémica que comer con los dedos. Vamos, que el día que hagan de la crítica deporte olímpico, la federación no va a dar abasto a tramitar licencias.
Resulta que en Carmona y en Villacarriedo han instalado unos rectángulos de hierro, que ... simulan ser marcos, y ha sido como levantar la veda de la caza mayor: pim, pam, pum. Desde el impacto visual hasta lo desmesurado del gasto, cualquier motivo parece bueno para afilar el lapicero y atizar sin duelo. Poco importa que sea una campaña europea, y hasta lo que se pretende conseguir con ellos. Leña al mono.
Por supuesto que cada cual tendrá su opinión -para gustos, los colores, que decíamos de críos; a mí, personalmente, me parece una forma original y poética de presumir de tener un paisaje para enmarcar- y por fortuna es muy libre de expresarla, aunque una cosa es opinar y otra disparar con pólvora. Tanta, que en muchas ocasiones cuesta pensar si detrás de muchos comentarios no se esconderán intenciones políticas o incluso rencillas personales. Aunque también podría darnos por pensar que igual siempre hemos sido así de criticones, lo que pasa es que el progreso llega a todos los ámbitos, y lo que antes no pasaba de las barras de los bares ahora retumba por todos los rincones, amplificado por las redes sociales.
Y, al final, toda esa crítica exacerbada sólo sirve para dar la razón al márketing y explotar su gran máxima: «que hablen de uno... aunque sea bien». Se puede cuestionar si seis mil euros es un precio demasiado alto para cuatro hierros soldados y pintados, pero si tenemos en cuenta la difusión que han conseguido, la publicidad les ha salido regalada.
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