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El atropello, violentación y asesinato de un niño, en su plenitud infantil de ternura, ingenuidad, hermosura y esperanza, quizás sea en estos momentos el comentario más frecuente en nuestra sociedad entre mayores, jóvenes o niños, por la crueldad, extrañeza, ira y rabia que ha provocado. ... No es fácil comprenderlo, pues su realidad desgraciada nos ha llenado a todos de pena a la vez que de horror.
Cada ciudadano, cada persona es particular o singular, al estar definido por unas características originales. Los hay más cercanos y amables, más tiernos y sensibles, más duros de carácter y más serios, más lejanos y por ello más antipáticos, más generosos, amigos de colaborar, solidarizarse, entenderse con los otros, más individualistas, más obsesivos, que dan vueltas a todo, rumian cada mensaje que reciben, más vehementes, más irascibles, más temperamentales, más impulsivos, que explotan con mucha facilidad, más asociales y solitarios, cuya vida es pobre desde un punto de vista afectivo...
Los hay de todos los colores y formas, entre los que destaca por su genuidad perversa, el individuo que nos ocupa. Impresiona cuando conectas con él. Es amable, sencillo, seguro y sereno, cercano, alguien en el que se puede confiar, especialmente cuando está frente a su pieza, porque en el fondo es frío, perverso, desalmado, capaz de todo, carece de límites, no respeta nada en el momento del atrapamiento, desconecta por completo de su realidad, su 'gps' le envía estímulos, a los que sin filtrar responde, es su sentimiento interno ajeno a todo y a todos, el protagonista, y solo conecta con aquel que le gratifica, que responde a la necesidad de destrucción, sufrimiento, control y posesión. En él descarga sus perversos deseos, sus aberrantes sentimientos, sin límite alguno, realizando una obra que carece de palabras por su perversión, depravación o vileza. El grado de degeneración, de crueldad, y de vileza, es tan depravante, que no hay palabras que lo pueda explicar.
Sabemos su historial, que está plagado de vilezas, atropellos y destrucciones de vidas, sabemos pues que no aprende, que no es persona que sintonice con lo que hace y lo critique. Es como un autómata que quita el freno de un comportamiento adecuado, y como explosión, exabrupto o relámpago, abre las compuertas a sus putrefactos sentimientos, provocando las actos más bajos, abyectos y antinaturales, porque su felonía e infamia carece de parangón, dado que su placer hasta conseguir el éxtasis, nace y se genera por el dolor miserable, y el sufrimiento cruel que causa.
Ocurre que la sociedad, compuesta por individuos normales que buscan su reinserción social, no puede permitir que su reclusión sea permanente, esperando que el tiempo, y quizás un tratamiento técnico adecuado le capaciten para compartir la vida con los demás, pero son incapaces de aprender, porque es como arrebatarles la fuente de placer, por lo que incluso el tratamiento les perjudica al aprender o perfeccionar sus estrategias de rapiña venenosa.
Como quiera que saben lo que hacen, que son conscientes de lo que hacen, tanto que elaboran un plan casi perfecto, incluso alternativas al mismo, son culpables del mal que causan, son una morralla andante, que contamina al medio que le sustenta, cuyo placer es desgarrarle, desde un sentimiento de enorme placer, por lo que viven enamorados de la vileza y crueldad más refinada, en la que se perfeccionan con el tiempo.
La enorme deuda que tienen con la sociedad, no se puede saldar con unos años, más o menos -dependiendo de la sentencia-, recluido, no, porque el objetivo de un centro penitenciario es el de rehabilitar al delincuente para que pueda volver a ejercer una convivencia normal. Este individuo, hemos dicho, que no solo no se rehabilita, sino que aprende estrategias nuevas, o perfecciona las que sabe cuando sigue un tratamiento, sin que quiera ni pueda cambiar. Por ello, su reclusión ha de ser singular, diferente, y esto no significa revisar nuestro ordenamiento jurídico en caliente, esto responde al perfil de la persona de la que hablamos.
Los que nos dedicamos a luchar por curar enfermos, sabemos el significado de la historia clínica, y de forma especial de los antecedentes. Estos nos dan una pista al descubrir frente a quien estamos, a lo que ha ocurrido en el camino de su vida. En este caso, se ha repetido la destrucción de una persona inocente, siempre que el depredador ha tenido ocasión. Por ello, es obvio que sería una torpeza imperdonable permitirle salir a la caza de un inocente. Sería imperdonable para la responsabilidad de los que mueven los hilos de su libertad.
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