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Últimamente leo, escucho y siento como se utilizan a la ligera términos como: fascista, golpe de estado o dictadura comunista, entre un largo etcétera. Palabras gruesas, con un enorme contenido, tanto simbólico como histórico. En ningún caso vacías, más bien todo lo contrario. Nos ... hemos acostumbrado a la terminología bélica en la que hemos sucumbido, yo el primero, al tiempo que nos hacemos los suecos dejando el calzado en el rellano o practicamos una lastimera gimnasia —ahora fitness— frente al portátil con una 'youtuber' que parece de la familia. Como la memoria siempre es flaca y la historia interesa poco, aplicar esos términos en nuestra España actual es cuanto menos frívolo. Cualquier persona pasa de franquista matutino a bolchevique vespertino. Requisito, contradecir al interlocutor. Nos van las etiquetas en trajes ajenos.
España está en el triste podium de países con mayor índice de muertos por número de habitantes a causa de la pandemia. Es un hecho. ¿Acaso decirlo es inmoral, antipatriótico, derrotista? Algunas recetas partidistas son de piso de erasmus y la bandera del país es ya un estigma. Enorme paradoja. ¿Qué partido no gobierna en algún territorio y está libre de pecado en esta vorágine de despropósitos? Hay quien estará haciendo un ranking de culpabilidad. Pero los 'hooligans' ciudadanos, incondicionales de unas siglas, proliferan como las setas en esta primavera no disfrutada. Hasta ahora los ciudadanos íbamos por delante de los políticos. Quizá sería conveniente no ponernos a su altura. El coronavirus es el caldo de cultivo ideal para que salgan del armario los odios y rencores del cainismo made in Spain. Si además lo aderezamos todo con una economía más que en estado de alarma, alarmante, pues miel sobre hojuelas para el conflicto.
Contemplo pedir libertad libremente y sin cortapisas, mientras leo que saldremos de esta más fuertes... Incluso se dice que han llegado a acuerdos todos los partidos en ciertos ayuntamientos. Serán habladurías. En la Cantabria tradicional se iba a la feria, se estrechaba la mano y se empeñaba la palabra. La vaca estaba vendida. Sin papeles ni milongas. Y si no se cumplía, nadie nunca más se fiaría del paisano. ¿Cuál de nuestros actuales políticos soporta una mínima hemeroteca? Donde dije digo... Cobrar un ERTE es cuestión de suerte y no de justicia. La solidaridad vecinal es al mismo tiempo un éxito ciudadano y un fracaso del cacareado estado del bienestar. Pero lo nuestro es la épica. Entre la maleza el celtíbero y resto de aborígenes de Iberia se vienen arriba y se las ingenian para resurgir. Cómo era aquello del Cid: «Qué buen vasallo...».
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