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La pandemia de la soledad en Cantabria

Recuerdo esa balada de otoño en la que se entrega todo por una sonrisa «porque estoy solo y tengo miedo»

Viernes, 11 de marzo 2022, 07:29

Ocupaba una mesa junto a uno de los ventanales. Nadie la conocía ni sabía a qué se dedicaba, si tenía o no familia ni porqué pasaba largas horas en la cafetería con la única compañía de una taza de té verde. Su soledad parecía encontrada ... y no buscada, que es la peor de las soledades. Soledad amarga entre la gente que llenaba el antiguo local de Frysia, la miraba sin verla, y cuando se dirigía a ella era solo para preguntarle si estaba ocupada una silla vacía. Abría un libro alguna tarde, pero lo dejaba en seguida. Otras veces escribía en una libreta de tapas de hule, gastada y mínima, y observaba a través del cristal a los novios que reían, a los niños que jugaban, a las madres conversando, a los viejos que caminan y al autobús de paradas fijas y rutina diaria como la suya. Su pelo era castaño, con hebras de plata, y tenía una bonita figura. Nunca la vi sonreír.

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