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Instalados en cierta normalidad, caminábamos con la mirada fija, de forma cómoda y lenta, siempre con la presencia de alguna queja, fruto de nuestro sentido crítico suavemente anestesiado por una normalidad muñidora. Cuando bruscamente fuimos sacudidos, temblando nuestro suelo y suscitándose un estado de desorientación ... , en el que el desorden fue la primera respuesta.
Pasan los días y llegan noticias desde todas las instancias y distancias, las autoridades rodeadas de expertos van construyendo lentamente un 'mecano', que como construcción frágil, va cambiando de acuerdo con la imposición de una realidad, cada día más amarga y menos digerible, pero que forzados por los hechos hemos de ir tratando de entender.
Mientras, la respuesta es el recogimiento, tratando de obstaculizar la transmisión del fenómeno viral, que ya se dice importado desde China, y que su difusión no conoce descanso alguno. En este encapsulamiento prolongado, las respuestas emocionales han sido y siguen siendo diferentes, pero hemos de admitir que se puede apuntar algo positivo y es que hemos dispuesto de más tiempo para nosotros mismos, para vernos y sentirnos más de cerca, para situarnos más directamente conectados con el sótano de nuestras conciencias.
En este tiempo yo me acerqué a lo que más me gusta, la lectura, al encuentro con aquellos libros que me dejaron recuerdos, más o menos agradables, pero que me marcaron, encontrando en uno de ellos un verdadero placer, primero por la evocación de la situación de aquella, mi vida mucho más joven, y segundo, porque me permitió observar con más objetividad, nuestro presente, se trata de 'El mundo de ayer', de Stefan Zweig.
Estamos en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en la que murieron más de 50 millones de individuos, especialmente jóvenes, con más de 10 millones de desplazados. Fueron tiempos de verdaderas tinieblas, deambulación desorganizada, suma de ideas disonantes, carentes de sentido armonioso y útil, obnubilación, desorden y desestructuración de la familia como tal.
El caos, pues, era absoluto y la abundancia de ideas permitía cierta confusión de las mismas, de aquí que el futuro estuviera situado en el término de imprevisible, aunque en todos reinara la necesidad de seguir, el deseo de no estancarse en la miseria reinante, en la destrucción, había que ponerse en pie y seguir dando pasos, sabiendo que algo tenía que cambiar, que el sentido había que marcarlo con otras coordenadas, no se podía volver al lugar de donde partimos.
Nacen desde este espíritu, primero ayudas económicas, sin las que la salud se resquebraja, como la formación, la sanidad, el empleo y la economía, surgen convenios a nivel internacional, en los que el individuo gana en dignidad, libertad y justicia, así como los pueblos, y todos se implican en diferentes fórmulas de colaboración, conservando siempre el individuo, su libertad y autonomía, además del sentido de justicia y equidad.
El libro de Stefan Zweig me evocó, me trajo desde el sótano de los recuerdos el análisis de una situación análoga a la de nuestra situación actual. Este momento no podría ser definido como una guerra, tal y como la hemos vivido hasta ahora, dado que el enemigo es invisible además de letal, sin que obedezca ni porte armas convencionales, pero es una guerra mundial, con todas las singularidades de la misma: lucha descarnada, destrucción masiva de individuos de forma indiscriminada, creación de pobreza, miseria y desorden, confusión a la hora de buscar colaboración para encontrar una respuesta lo mas coordinada posible y, a la vista, un futuro incierto.
De aquí que se den similitudes con la situación presente y las fórmulas de salida del episodio anterior han de ser tenidas en cuenta, entre otras cosas porque la vida sigue, porque no nos podemos parar y ello implica la colaboración mundial, y de forma especial la de nuestra matriz de Estados federados o UE.
El trasvase de necesidades y respuestas ha de ser fluido, transparente, responsable y respetuoso para los ciudadanos y, a nivel local o nacional, es necesario diseñar un sistema de salud, integral, humano y de calidad, subrayar la importancia de la investigación, una educación no representada especialmente en círculos y mamparas, sino en el individuo y en su integración en la sociedad, una atención especial al empleo, con el apoyo de una formación dual, con la perspectiva de una sociedad tecnologizada y ecológica, apoyando movimientos cívicos, organizados responsablemente, que sean capaces de elaborar críticas positivas, situándose para ello de forma permanente en actitud de vigilancia.
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