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El peor mundo posible

Lo que más cuenta en nuestras sociedades no es la condición objetiva del mundo real sino la subjetividad de la condición humana que guía nuestros actos

Lunes, 16 de mayo 2022, 07:29

Leibniz se hizo famoso argumentando en su Teodicea que el mundo real en que vivimos era «el mejor de todos los mundos posibles». Si le hubiera tocado vivir en las actuales circunstancias es posible que le hubieran entrado serias dudas sobre la calidad de su ... argumentación. ¿Cómo es posible que viviendo en un mundo real tan cuajado de dones, con el maná de las nuevas tecnologías lloviendo del cielo un día sí y otro también, con unos índices de pobreza más bajos que nunca, con unas rentas per cápita más altas que nunca, con un PIB mundial idem de idem, etc, etc, etc, nos encontremos en lo que podría ser el principio de la III Guerra Mundial a pesar de la capacidad nuclear para arrasar todo el planeta, una II Guerra Fría a pleno rendimiento, la democracia liberal arrastrada por los suelos, un nacionalismo rampante, guerras civiles más o menos frías en casi todos los países, una inflación que puede comerse todo nuestro progreso y ahorros (quienes los tengan), el anuncio de hambrunas en los países menos desarrollados, etc, etc, etc? Pero es que lo que más cuenta en nuestras sociedades no es la condición objetiva del mundo real sino la subjetividad de la condición humana que guía nuestros actos individuales y colectivos. Ello explicaría que de pronto algunos sintamos que vivimos en el peor de los mundos posibles. Centrémonos en un solo ejemplo, lo que está ocurriendo con el milagro de las nuevas tecnologías, para ilustrar lo señalado en el párrafo anterior. En uno de mis primeros artículos para el Diario Montañés, hace más de 20 años, evocaba el sueño más ancestral del ser humano: el don de la ubicuidad. De pronto, internet lo había hecho realidad en gran medida. Y eso que entonces aún no se habían desarrollado los móviles inteligentes, no digamos ya la Inteligencia Artificial. Pues hemos convertido las redes sociales, que permiten la realización práctica del citado don, en un verdadero infierno.

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