Secciones
Servicios
Destacamos
Dmitri Alexándrovich Bashkírov, uno de los grandes pianistas rusos y georgianos contemporáneos (pueden escuchar también en YouTube a la franco-georgiana Khatia Buniatishvili), figura de referencia de la Escuela de Música Reina Sofía, el Concurso Internacional de Piano Paloma O'Shea y el Encuentro ... de Música y Academia de Santander, falleció el domingo pasado cuando caminaba por la vida hacia sus 90 años. Dmitri había nacido en Tiflis, capital de la entonces República Socialista de Georgia, en la Unión Soviética. Había estudiado en el Conservatorio Tchaikovski de Moscú con figuras como el ruso-moldavo Goldenweiser, amigo del novelista Tolstoi ('Guerra y paz', 'Ana Karenina').
Pues bien, en el cuerpo de titulares de una noticia (no en este diario, aclaro) sobre su muerte pude leer: «el pianista balcánico...» ¿'Balcánico' como los de Albania, Serbia o Grecia? ¿No sería más bien 'caucásico', como los de Georgia, Armenia y Azerbaiján? Era claro el lapsus periodístico. Las prisas nos llevan de esdrújula en esdrújula. El único género esencial del periodismo es la fe de errores.
Sin embargo, el lapsus me permitió emprender un pequeño experimento anónimo, con el que pude verificar que lo peor de este lapsus no es que se produjera, sino que en todo caso hubiera pasado por completo inadvertido. Por completo. Y no para la parte de la población que bastante tuvo en la posguerra con sacar adelante este país en precarias condiciones, sino con las jóvenes hornadas que se supone que han estudiado, memorizado y superado ciertos conocimientos, entre ellos que Georgia está en el Cáucaso, donde Noé se apeó del arca, y no en los Balcanes, de donde vienen los que saltan las vallas del puerto de Santander para emigrar clandestinos al Reino Unido.
Todo el conocimiento memorístico, de ejercicios reiterados, todos esos deberes que persiguen y martirizan el tiempo de la infancia con la coartada del 'esfuerzo' (menuda predicación para los que tienen 10 años y van a vivir 100), toda esa industria montada alrededor de la enciclopedia obligatoria, es más fracaso para la sociedad española que la rebeldía del 40% de los catalanes que le quieren encasquetar un miniestado mafioso y talibán al otro 60%.
Bashkírov era caucásico, por tanto. Este hombre fue un gran profesor, tanto en Moscú como en Madrid y otras ciudades. Retengamos su principio docente: «Lo más importante que un profesor debe transmitir a los discípulos es amor por la música en lugar de atormentarlos con ejercicios».
¿Cuántos profesores han sabido transmitir a sus discípulos amor por la materia en lugar de atormentarlos con ejercicios? Los legisladores y administradores educativos de España son planificadores (bienintencionados, seguramente) de tormentos inútiles, que luego los profesores tienen que ejecutar, convencidos o no. La juventud se aprende de carrerilla nombres y países y capitales, saca notable y, a la vuelta de unos años, el camarada Bashkírov, como se hubiera dicho en su época, es... 'balcánico'. No pasa solo en Geografía, sino también en Matemáticas, queriendo hacer pequeños Leibniz sin recordar que Leibniz viajaba, hacía diplomacia, escribía historias de Alemania, disputaba de teología, redactaba programas económicos, y todo esto en francés y latín. Leibniz hubiera colapsado con un programa como el nuestro. De hecho, sobrevivió al suyo solo gracias a la biblioteca que de muy niño heredó de su padre, profesor de la Universidad de Leipzig, y a que leyó lo que le vino en gana.
Pasa en Lengua, donde las criaturas han de ser gramáticos chomskianos o empollarse textos que parecen el castellano como tercera lengua extranjera. Y pasa en Historia, donde se hace imposible que el estudiantado vibre con la historia dramática de su propio país, no digamos ya la de Europa. Y en Filosofía... con lo fácil que sería coger una charla política de Keynes y hacer que la chavalería discurriese sobre esos temas contemporáneos a lo largo de un curso. Eso sería más inolvidable que fingir que han entendido lo que es el empirismo y luego salir corriendo al Mercadona sin más fundamento político que la teoría de un médico inglés de la época de Velázquez.
Los propios docentes viven presionados desde arriba con los programas, los inspectores, los reglamentos, la burocracia. Hay Administración educativa, expedientes y formularios, pero eso no significa que haya educación, si Dmitri Bashkírov se convierte en Luka Módric. Desde luego, mal haremos Europa si el alumnado no sabe quiénes viven en ella.
Vengo abogando aquí por ciertos proyectos de desarrollo regional, pero ahora, gracias al maestro Bashkírov, pienso que lo más urgente es crear un Equipo de Revolución Pedagógica, que cambie de arriba a abajo este desastre de memorización de guías telefónicas ininteresantes y de rutinas matadoras del irrecuperable tiempo de la juventud (y del vital del profesorado que no por casualidad va de baja en baja). No tenemos derecho, y los padres hemos de dejar de votar a los que perpetúan esto.
Nuestro maestro, uno de los mejores pianistas rusos de los últimos cincuenta años, halló las dos almas de Rusia. Una, la de sus románticos, inspirados, creativos; otra, la de sus burócratas afrancesados, primero zaristas, luego soviéticos, ahora putinianos, gente que promueve el aprendizaje mecánico y los tecnicismos. Él se fue de Moscú en buena medida porque quería renovar el primer estilo, y hacer que la interpretación fuera, no un ejercicio de gimnasia de falanges, sino expresión de la creatividad y el sentir del pianista. Naturalmente, con técnica, pero la técnica no es el absoluto del arte. No puedo estar más de acuerdo. Pongan cualquier asignatura donde en su frase dice 'música' y ese sería el axioma del Equipo de Revolución Pedagógica. Ni enciclopedismo ni funcionarismo: educación, espíritu, juventud, adaptabilidad, alegría. Esfuerzo es algo que no sientes cuando parece que el piano te lleva. Esfuerzo no es un concepto educativo: es un concepto del fracaso educativo. Decir 'esfuerzo' en un aula es como gritar 'fuego' en una sala de conciertos. Descanse en paz Dmitri, cuyos alumnos llenan salas de conciertos y nadie toca el extintor, solo el piano. Incluso en los Balcanes.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.