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La reciente ola de calor ha servido para darnos cuenta de que la primavera no es lo que era y de que el cambio climático está más presente que nunca. Como si viviésemos en un metaverso cambiante, también nos ha hecho olvidar momentáneamente la ... complicada encrucijada económica y geoestratégica actual. Ello se refleja en el incremento del coste de la vida (que no solo depende de la inflación, sino también de salarios y del contenido de la cesta de consumo, que se adapta si los precios aumentan) en cosas hasta mundanas como que nuestro pincho de tortilla (equivalente nacional (con o sin cebolla) a la porción de pizza para los estadounidenses), cueste un 27% más que hace un año. No olvidemos, además, que el aceite y el pan, las patatas y los huevos, son de los productos que más han subido junto con los suministros energéticos y carburantes (donde su precio sigue creciendo y deja 'sin efecto' la subvención para aliviar la crisis energética, siendo de esperar nuevas prorrogas).
Técnicamente, si nos basamos en los principales indicadores, no estamos igual de mal que hace cincuenta años pues no hay estainflación (estancamiento del crecimiento e inflación), ni recesión, ni crisis de deuda. No obstante, el 'por ahora' no equivale a que sea 'imposible' que suceda, especialmente si, como dice el premio Nobel Robert Shiller, se produjesen «profecías autocumplidas» provocadas por la preocupación creciente de inversores, empresas y consumidores. En otras palabras, «el miedo puede cambiar la realidad y ser viral».
Ante una inflación desatada en Cantabria al 8,8% (variación anual del IPC) son más los motivos que hacen pensar en que se mantendrá entorno a esos niveles este año. ¿Por qué es relevante? Debido a una consecuencia obvia de este 'impuesto a los pobres': reduce la capacidad de consumo, compra e inversión de quiénes no pueden incrementar sus ingresos (pues si tomamos como referencia cuánto suben los sueldos pactados en convenio sólo ha sido de un 2,3% hasta ahora) en la misma proporción que suben los precios. Además, no sabemos qué sucederá con el anunciado 'pacto de rentas' para contener un IPC que es ya un indicador problemático como lo fue la prima de riesgo en la pasada crisis.
Queda para otro día contestar a la pregunta de si dicha inflación dispar, dentro de como decíamos anteriormente en el caso de los alimentos, haya podido cambiar significativamente las cestas de consumo de los hogares. Y es que la cuestión no es sólo la subida de precios sino también la cantidad consumida la que explica dichas diferencias interregionales. Otras posibles explicaciones vienen dadas tanto por el nivel de competencia según el tamaño poblacional donde se viva (a menos empresas menos incentivos a bajar precios) como por la demanda inelástica en algunos productos (así, los alimentos se siguen consumiendo aunque se encarezcan).
Si no queremos que el dinero antes de fin de mes se disuelva como un azucarillo en nuestro café (en media) de 1,3 euros, ahí van algunas recomendaciones 'micro' para amortiguar el impacto de la inflación. Revisar detalladamente a dónde van nuestro dinero y gastos, así como, lógicamente, mejoras laborales; pues, como comentábamos, antes el IPC está casi en el 9%. Evidentemente, la parte de la alimentación: ojo con la reduflación (ofrecer menos producto pero bien al mismo precio o a veces incluso más caro). Compre atento a la cantidad por cada envase y su calidad y esté pendiente del consumo de energía. Otro ejemplo está en la ropa de temporada y 'lo nuevo' que compramos impulsivamente a precios más caros y pensando que nos quedaremos sin ello.
En todo caso, el ser humano es optimista por naturaleza. Ahí está que llamemos al planeta Tierra cuando en realidad el 75% del mismo es agua. Toca tener paciencia, capear esta crisis coyuntural que no hemos provocado nosotros y no dejar a nadie atrás.
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