![Postureo](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202012/30/media/cortadas/61070650--1248x1766.jpg)
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Venía yo cavilando, de vuelta ayer a casa, sobre una de esas nuevas palabras que ha incorporado la Real Academia de la Lengua al vastísimo acervo de su diccionario: postureo. Defínela como expresión coloquial que designa una 'Actitud artificiosa e impostada que se adopta por ... conveniencia o presunción'. En otras palabras, postureo es presumir de lo que tienes o no tienes, pero dando a entender que sí, para provocar curiosidad y cierto sentimiento de envidia en los demás.
El postureo no es algo nuevo, aunque sí su denominación y la forma de ejercerlo. Hemos presumido siempre, pero antaño lo hacíamos cara a cara o por teléfono, cuando hablábamos con alguien; también lo llamábamos fardar. La diferencia estriba en que ahora lo hacemos de ordinario en las redes sociales de multiplicísimas formas que van desde una simple e inocente fotografía en un lugar increíble donde te encuentras de viaje por la razón que sea, hasta completos tratados sobre lo guapísimo que eres y cómo mejorar tu imagen. Todos lo hemos practicado alguna vez, aun sin quererlo, pero muchas personas lo hacen queriendo, al punto que en ellas el postureo puede no ser tan inocente.
Es el que practican esos amigos o conocidos que quieren que te enteres, 'fas nefas', de la parte de su vida que a ellos les interesa y de nada más. Si eres víctima de alguno, reconocerás enseguida que, de pronto, aparecen en tu teléfono con una foto de perfil enigmática para que les preguntes por ella; o te preguntan ellos a ti qué tal te va todo para, a continuación, hablarte de sí mismos y repasar sin tregua bondades de padres, hijos, abuelos y demás familia o colocarte el asunto en particular sobre el que te quieren posturear.
Otras veces, ni siquiera te preguntan: aparecen, tiemblas cuando empiezan con un 'sé que te alegrarás, como buen amigo, de bla, bla, bla...', y cuentan el agradable episodio de su vida que quieren 'compartir' contigo: desde el sobresaliente de un hijo, hasta los óptimos resultados de un análisis de glucosa; consideran que para ti es de suma importancia estar al tanto de ello. Dices 'qué bien' y desaparecen satisfechos de tu pantalla... hasta la próxima.
Por supuesto, nunca te enterarás de que les han rechazado un proyecto, de que tienen deudas asfixiantes para pagar aquello de lo que presumen o de que sus hijos han suspendido esto o lo otro. Son unos perfectos plastas.
Pero el postureo que más temo es ese enfermizo de personas en las que, a lo anterior, se añade una necesidad, cuasi profesional y absolutamente egoísta, de contar y exhibir 'urbi et orbi' lo maravillosa que es su vida, aunque a nadie le importe un carajo. No necesitan ninguna excusa para ello. Cada día cambian de foto de perfil cincuenta veces, para que estés informado de cada paso que dan, que suelen ser muchos y todos sin igual. Y descubres que viven en un pisazo, del que conoces por imágenes cada rincón, o que tienen un casoplón en la costa o en la montaña; que procrean a los hijos más sanos, guapos y listos; que tienen el mejor coche y viajan por los sitios más increíbles, duermen en los mejores hoteles y comen en los mejores restaurantes, sea todo ello verdad o mentira.
Se muestran a sí mismos como gente perfecta, sin tacha, defecto o enfermedad, como paradigma de la felicidad misma. Sin embargo, con su actitud soberbia, desprecian a quienes no son como ellos, o sea, a casi todo el mundo, pero en especial a los que no tienen tanta suerte como ellos por ser feos, enfermos, pobres, tontos o desgraciados de toda estirpe, sufridores evidentes de lo que ellos dicen no conocer, pero que ejercen en grado sumo: la miseria humana. Parecen, por ello, sentirse superiores incluso a los mismísimos dioses del Olimpo, los cuales, a pesar de que eran inmortales, podían sentir envidia, ira, odio, rencor o celos de cualquier etiología, no solo respecto de otros dioses, sino también de hombres y mujeres mortales por su belleza, valor, determinación, rectitud moral... Vaya, que, a diferencia de nuestros postureadores enfermizos, no siempre eran felices.
Conocer a varios de estos endiosados, a los que procuro hacer el mínimo caso, hace que cada vez aprecie más a la gente normal que cuenta cosas normales y empatiza con las tuyas, malas o buenas, y sin ningún atisbo de pelusillas. Y tú, ¿qué tal postureas?
Feliz año.
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