Preocupación por la economía
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El frenazo del PIB de Cantabria en el tercer trimestre de 2022 rompe las previsiones anteriores y carga de razones a empresarios y sindicatos frente al discurso optimista del Gobierno autonómicoEl proceso de recuperación económica poscovid experimentó un severo frenazo del -0,4% en el tercer trimestre de 2022, es decir, el verano. El indicador interanual se desplomó desde el previo 6,1% a solamente un 2,3%, muy por debajo de las previsiones oficiales ... para el año. Sin embargo, no se produjo una reacción consecuente de las autoridades ante semejante ralentización, que ha afectado a prácticamente todos los sectores productivos, sino que se insistió en un discurso optimista, que ha tenido sus expresiones más recientes en las declaraciones gubernamentales y de los grupos regionalista y socialista en el debate de los Presupuestos de 2023 en el Parlamento cántabro, así como en los mensajes navideños del presidente de la Comunidad. Unas Navidades en las que, precisamente, Cantabria ha estado entre las regiones donde el paro aumentó y donde las cifras de afiliación muestran un significativo menor aumento de los puestos de trabajo cántabros, cuando se compara con el promedio español.
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A este tipo de señales se refieren desde hace meses las principales centrales sindicales de Cantabria, que conocen de primera mano la evolución de la economía real, y los portavoces empresariales. Ninguno de ellos comparte la visión optimista del Gobierno autonómico y todos advierten de serios problemas, como la incertidumbre industrial, la lentitud de muchos proyectos y la necesidad de una política económica más proactiva. De hecho, al conocerse los datos laborales y económicos, nadie fuera del Ejecutivo ha 'comprado' su discurso, y las reclamaciones de acción se multiplican. La población y los representantes del mundo empresarial y sindical no comparten la sensación de que Cantabria vaya viento en popa.
Lógicamente, habrá que esperar a los datos del cuarto trimestre del año para completar la visión sobre el ejercicio, pero el descenso a un ritmo solo en torno al 2% no es buen augurio. La región podría estar entrando en una vía lenta de evolución, insuficiente para mejorar sustancialmente la marcha de los negocios y las oportunidades de empleo. Debe observarse que, aparte del movimiento estilo sismógrafo provocado por el coronavirus, existía ya antes de la pandemia una tendencia a la baja del crecimiento regional, lo que suponía el agotamiento del proceso de recuperación que se venía registrando desde 2013. Es a estos fenómenos, que pueden revelar problemas estructurales no corregidos, a los que se refieren patronal y sindicatos cuando exhortan al Gobierno a que abandone interpretaciones complacientes. Sin duda, no es grato para el gobernante admitir, en la recta final de un mandato y con las elecciones casi a la vista, que existen problemas mayores que exigen reacción y corrección para que no desemboquen en dificultades aún más grandes. Pero en el juramento o promesa del cargo va implícito que el interés general es lo primero.
No sería, por ello, entendible que la retórica sobre un progreso que solo el Ejecutivo aprecia se impusiera a las advertencias que tanto las cifras como los agentes sociales formulan, y que esta insistencia en verlo todo positivo impidiera a Cantabria acometer adecuadamente, no solo los motivos de este frenazo (algunas causas son posiblemente externas), sino sobre todo aquellas medidas que podrían funcionar como revulsivo y contrapeso. Además, la falta de reacción podría transmitir la imagen de una coalición donde la reserva de objetividad ha menguado inconvenientemente, y esto tampoco sería buen cartel en la hora electoral. Así, tanto por sentido del deber como por interés político particular, parecería oportuno alejarse de cualquier tentación de enroque en un optimismo chocante, para sentarse con los agentes económicos y sociales a fin de impulsar, dentro del margen de maniobra existente, una agenda más realista. De lo contrario, bien podría ocurrir que, entre la fase de optimismo discursivo y el paréntesis electoral y postelectoral en el funcionamiento de las administraciones, se convirtiera 2023 en candidato a año perdido. Estamos seguros de que nadie lo desea, por lo que conviene anticipar cuanto antes un verdadero reconocimiento de situación.
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