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El pasado martes intervine en un Foro en el que dije las mismas cosas que llevo diciendo desde hace al menos cuatro años, pero al que llegué con un objetivo añadido: presentar los primeros avances de ese método de trabajo conjunto que es el Plan ... Estratégico impulsado por CEOE-Cepyme, 'Cantabria 2030', y que muchos entendemos como una propuesta para atajar los problemas de esta comunidad, que también llevo cuatro años denunciando casi con las mismas palabras.
Por lo visto cometí dos errores. Uno, no callarme, no sea que alguien se enfade y tome represalias. Otro, no valorar que un mes de marzo, antes de un mayo electoral, es por lo visto una especie de cuaresma política en la que los ciudadanos debemos hablar en voz baja y arrodillarnos ante aquellos a quienes les pagamos el sueldo para que nos gestionen obras y cuentas. Ya les digo desde ahora que, si esos fueron mis errores, cuenten con que los cometeré de nuevo.
La consecuencia es que mi intervención ha levantado olas en aguas estancadas y a algún consejero de su silla, y que alguien bienintencionado –y no sé si bien o mal informado– me ha advertido del riesgo de 'dossieres y bulos' que estarían hace tiempo preparados por si 'diera el paso'. No me pidan que les diga que me arrepiento.
El señor Revilla respondió a mi intervención horas más tarde. Me ha desafiado a presentarme a las elecciones para hacer realidad la Cantabria, a su juicio idílica, de la que hablé en mi intervención. No se ha dado cuenta el presidente de que, en mis palabras, nada propuse para mi comunidad que otras no tengan.
No me voy a rendir sin pelear para que esta comunidad no necesite regalar 2.000 jóvenes formados cada año a otros países y tirar así por el desagüe la inversión que destinamos a su formación. No me da la gana resignarme a pensar que es ciencia ficción que Cantabria tenga unas infraestructuras de transporte que no disuadan a las empresas de instalarse en la comunidad porque transportar mercancías es más lento y caro que en cualquier otro territorio. Me niego a creer que es imposible que el apoyo a las nuevas empresas no sea solo apoyo al autoempleo sino al nacimiento de negocios que creen a su vez nuevos puestos de trabajo y compitan a nivel nacional.
Escuchar al señor Revilla ridiculizar mis palabras diciendo que lo que dibujo es una Cantabria «idílica» fue como revivir una escena de 'Aterriza como puedas' en la que, en mitad del vuelo, la azafata pregunta si hay en el pasaje alguien que sepa pilotar un avión. Fue el reconocimiento de que tenemos un serio problema porque aquí no hay nadie a los mandos. Escuchar al presidente de Cantabria decirme que si quiero hablar de política me presente a las elecciones me lleva a preguntarme qué pretende don Miguel Ángel al retar a quien, como empresario, está bien acostumbrado a afrontar retos. Los empresarios nos sometemos al juicio público cada día. Los productos y servicios que ponemos en el mercado son evaluados al minuto por nuestros consumidores, la calidad del empleo por nuestros trabajadores y por los sindicatos, la limpieza de nuestra gestión por Hacienda y Seguridad Social, y nuestra solvencia por la banca. Las elecciones en nuestros negocios son cada día, y el recuento electoral una vez al mes, cuando hacemos balance. A nosotros, los empresarios, no se nos ocurre levantar el trasero de una silla y marcharnos cuando un cliente nos afea la calidad de nuestro trabajo. Nos quedamos, escuchamos, tratamos de buscar una solución y aprendemos a hacerlo mejor la próxima vez, por la cuenta que nos tiene.
Algunos me han reprochado mi intervención en el Foro y han asegurado que me presenté como 'líder mesiánico' de la sociedad civil y autor de 'Cantabria 2030'. Serán, creo yo, los que llegaron tarde y no estaban aún cuando expliqué el dato de los 300 participantes y 3.000 horas de trabajo bajo la coordinación de expertos que han hecho posible el documento que no es por supuesto ni mío, ni solo de CEOE-Cepyme, pero que sí representa a la parte de la sociedad civil que quiso sumarse a un proceso de participación que estuvo y está abierto. A esa Cantabria que no tira la toalla.
¿De qué hablamos cuando hablamos de quién representa a Cantabria? ¿De un presidente convencido de que basta que salga el sol y las montañas sigan verdes para que esta tierra sea el paraíso? ¿O de un tejido empresarial que arriesga su trabajo y patrimonio? Yo tengo claro sin necesidad de consultar a los astros que repetir una y mil veces «Cantabria va bien» no cura las heridas del transporte, no engorda las pensiones, no dota a la Universidad que investiga, no pone profesores en las aulas ni más médicos en los consultorios, ni consigue viviendas dignas. Eso lo hacemos los trabajadores y los empresarios cuando, como han hecho otras comunidades, nos ponemos de acuerdo en un proyecto con la vista en el futuro de nuestra gente y nuestras empresas. Por eso, ¿y qué si me presentara a las elecciones? ¿Y qué si asumiera el riesgo?
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