Pretérito porvenir

Toda una evocadora retórica léxica. Al de Requejo se le destierra, Puigdemont tomó las de Villadiego y Revilla se ha ido a hacer las américas mientras galopa la deuda pública en Cantabria. Nuestro presidente, estandarte del populismo purriego que probablemente nos vacuna de otros extremos, ha dado el salto internacional invitado por el mexicano López Obrador. Ya se codea con Silvio Rodríguez y Jeremy Corbyn, trascendiendo así con entusiasmada dilección la dimensión homovidens nacional del Hormiguero y la Sexta. Cautiva de esta desconcertante realidad, la número dos del PP cántabro ha dicho que no tienen «aversión» a Revilla. Lo disimulan bastante bien. También dijo el domingo por la mañana: «No haremos presidente a nadie que no gane las elecciones» y por la noche Juanma Moreno, segundo tras el PSOE, se postuló para presidir Andalucía. El PP ya no proclama que gobierne la lista más votada, bandera que solo ondea cuando el viento sopla a favor. El nuevo lenguaje de los nuevos partidos nace ya viejo. Vox adjudica calificativos desde la ultratumba con trasnochada retrospección. «Hay que defender la unidad de España frente a los nazis separatistas catalanes y los comunistas y el séquito anarcobolivariano que apoya a Pedro Sánchez», farfulla el líder cántabro, Ricardo Garrudo. Advirtió Cicerón: no hay nada tan increíble que la oratoria no pueda volver aceptable. Polvo, sudor y hierro, el Cid Abascal cabalga para reconquistar Andalucía. Aquí, vuelve Hormaechea a defendernos de populismos zurdos. En los diestros es un aventajado veterano.