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La prevención es la base fundamental para evitar que un riesgo potencial se materialice en un accidente o en una enfermedad, ya que cuando aquel se produce o esta aparece solo queda proceder a curar las lesiones producidas o intentar restituir la salud perdida. ... En los primeros años de la década de los setenta del pasado siglo las únicas empresas que tenían un servicio médico para cuidar de la salud de sus trabajadores eran las muy grandes, algunas de las cuales, pero no todas, disponían también de un servicio técnico de prevención encargado de estudiar los riesgos laborales inherentes al trabajo en ellas realizado. Sin embargo, las medianas y pequeñas empresas, que eran la gran mayoría, solo tenían la única asistencia que les prestaban las mutuas de accidentes de trabajo, a través de los servicios especializados que a tal fin se fueron creando. Al objeto de corregir tales carencias, el Ministerio de Trabajo puso en marcha en 1971 el Plan Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, creando para su ejecución un gabinete técnico en cada provincia española y un centro especializado, al que dotó de ingenieros, médicos, químicos, psicólogos y demás personal especializado, encargado de realizar los reconocimientos médicos de los trabajadores de las empresas que carecían de tal servicio propio, que como se ha dicho eran la gran mayoría, y analizar las condiciones de trabajo de cada una de las empresas, aconsejando las soluciones que en cada caso fueran necesarias. Los resultados no se hicieron esperar y así, en Cantabria, que en 1972 se produjeron 16.314 accidentes laborales con baja, en 1986, con mayor número de trabajadores activos, el número de accidentes había disminuido hasta los 6.125, demostrando con ello que la prevención siempre es mejor, y a la larga mucho más barata, que la actuación a posteriori, pues los accidentes y las enfermedades en el trabajo siempre tienen una causa, la cual si se previene y corrige evita los daños posteriores, es decir, es la aplicación práctica de la «ley de la causalidad» que no la de «la casualidad».
Sirva el ejemplo laboral para ver lo importante que es la prevención, aplicando así de forma práctica el refrán que dice: «prevenir es mejor que curar». Pues bien, si hay un tiempo y un problema concreto en donde debiéramos hacer efectiva tal máxima es, ahora, en España, para evitar que una posible nueva pandemia vuelva a generar en nuestro país los efectos devastadores producidos por el Covid-19, los cuales, por sus muchos muertos y los desastres económicos que afectan a tantas empresas y familias, serán difíciles de olvidar para quienes lo vivimos, y mucho más para quienes lo han padecido más directamente.
Sería por ello prioritario, ahora que parece está pasando la fase aguda de esta pandemia, ponernos manos a la obra de manera inmediata para que los técnicos y especialistas más cualificados elaboren, tanto a nivel nacional como autonómico y local, las medidas que se debieran poner en práctica si se produce este otoño un rebrote del Covid-19 o en el futuro aparece en el horizonte la amenaza de un nuevo virus. Ello exige pensar desde lo que debe hacerse en las fronteras, puertos y aeropuertos de nuestro país, hasta el tratamiento que debe darse a los viajeros que provengan de esos países. Y, por supuesto, desde los equipos de protección personal que debieran tenerse en 'stock' para que el personal de los centros sanitarios y policiales puedan hacer frente a la primera etapa de una posible pandemia, hasta la relación de empresas que pueden fabricar los mismos, pasando por la concreción de todos los centros y laboratorios, públicos y privados, con capacidad para realizar los análisis que sean precisos, así como cuantas medidas sean necesarias para dividir, según exigencias médicas, los hospitales y sus servicios de urgencias, de cuidados intensivos, de quirófanos, etc. para que pudiendo tratar adecuadamente la nueva patología no se perjudique a los enfermos nuevos o crónicos. Sin olvidar a ese colectivo tan maltratado en la pandemia del Covid-19, cuales son las residencias de mayores, para las que debe realizarse un plan de actuación en cada una de ellas para que no vuelvan a ser, como desgraciadamente muchas lo han sido en esta crisis, centros de contagio masivo y de muerte.
De nada serviría, sin embargo, realizar ahora tal programa si el mismo se mete en un cajón y queda en el olvido, como parece ser que se hizo con el elaborado en 2005 o, lo que es peor, se castiga a los profesionales que den la voz de alarma y propongan adoptar las medidas precisas al ver que puede llegar a nuestro país lo que ya esté sucediendo lejos de nuestras fronteras, cual fue, según parece, lo sucedido a quien era médico-jefe del servicio de prevención de la Policía Nacional, cesado porque con las medidas preventivas propuestas, debieron pensar quienes decidieron tal medida, creaba alarma social. ¿Pagará alguien por tal desatino?
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