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Todo parece indicar que el flujo de fondos europeos diseñado en Bruselas para impulsar la recuperación va a presentar dos problemas no pequeños. El primero de ellos, un pausado ritmo que podría resultar insuficiente para un crecimiento económico fuerte este año, retrasando la cresta de ... la recuperación a 2022. El segundo es la seria condicionalidad de dichas cantidades, tanto en objetivos como en compromisos de reformas. La UE parece una clínica que, en vez de conformarse con curar al descalabrado y que vuelva a funcionar, quiere que salga del internamiento como Superman. ¿No será demasiado pedir?
Estas no son grandes noticias para nuestra región, que atraviesa unos largos años de bajo ritmo inversor de casi todas las Administraciones y se está quedando atrás, por tanto, en la creación de capital físico y en la atracción de inversiones privadas. Adif ha tenido, por fin, a bien aprobar la construcción de un apartadero ferroviario en una localidad palentina para favorecer el flujo de convoyes con automóviles entre las factorías de Renault y el Puerto de Santander. Pero es que la primera vez que me contaron en el Puerto esta necesidad de infraestructura fue hace diez años, y aún estamos en el principio del fin. Estos considerables desfases los hallamos por doquier, en cualquier proyecto relevante sobre el que pongamos nuestra vista.
No debería ser muy difícil establecer con todas estas iniciativas un cronograma o escala temporal que permitiera intentar compromisos serios en lo realizable a corto, medio y largo plazo. Pero uno de nuestros problemas de desarrollo regional es la inexistencia de estos horizontes concretos. Cuando no hay fechas, o estas se encuentran en constante aplazamiento, se pierde credibilidad y el futuro se torna una verdadera nebulosa: todo lo que se afirme sobre él desciende de la categoría de pronóstico a la de política-ficción.
En los contratos entre empresas privadas, con frecuencia el incumplimiento de plazos acordados implica penalizaciones crecientes al proveedor. Es un mecanismo para garantizar la diligencia. En lo público, en cambio, el incumplimiento es norma y está despenalizado. A ningún consejero le han bajado el sueldo por no ejecutar las inversiones prometidas.
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