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Carlota, la escultura de Jaume Plensa, pronto abandonará los jardines del Palacio de La Magdalena. La UIMP ha celebrado sus 90 años con un nuevo rector, Carlos Andradas, y la sensación de satisfacción es predominante. Por un lado, se ha vuelto a una intensa convivencia ... y con un programa completo, dejando atrás el duro condicionante del covid-19 que lastró la situación de su predecesora, Luz Morán. Por otro, se ha subido un escalón en la autoconfianza, al apostar por un programa de celebraciones con detalles sobresalientes. Se ha podido soplar las velas sin mascarilla.
Sin embargo, no conviene engañarse: sigue existiendo un problema en la definición de futuro de esta veterana institución. He vuelto a reflexionar sobre ello mientras repasaba, para la presentación en el Ateneo de mi libro de/sobre Unamuno, algunas noticias de la prensa cántabra de 1934. Además del rector de Salamanca, andaban por aquí Wolfgang Köhler, pionero en la investigación de la inteligencia animal y uno de los padres de la psicología contemporánea; el gran físico austríaco Erwin Schrödinger («¡El del gato!», me recuerda entusiasmado mi gato Boris); el filósofo francés Jacques Maritain; el noventa por ciento de los poetas de la generación del 27 que aparecen en un libro de texto de Literatura española (Salinas, Lorca, Diego, Alonso, Guillén...). ¿Cómo podemos estar a la altura actualizada de eso, cuando llegue el momento de los 100 años?
En 1934, la recién nacida Universidad de Verano pasó apuros porque el Gobierno recortó el presupuesto un 40%. Que viniese Unamuno, muy amigo del salmantino ministro liberal-demócrata de Instrucción Pública, Filiberto Villalobos, tuvo algo de respaldo político a esta innovación universitaria, que parecía en peligro. En junio se había llegado a las manos en las Cortes durante el debate de una enmienda al respecto. Se pelearon Bruno Alonso y el carlista (luego, franquista) zaragozano Jesús Comín, cuyo nieto Antoni comparte con Puigdemont la inmensa tristeza de no poder gastarse en España el modesto sueldo de europarlamentario. «De abuelos gatos...», dice Boris. Definitivamente hay gente alérgica a las constituciones, y a los 'michines'.
Ahora que se tramita una ley universitaria en las Cortes, es buen momento para replantear, en su desarrollo, un Estatuto nuevo para la UIMP, su filosofía, financiación, gobernanza. Pero no conozco que esto sea una prioridad cántabra (si alguien tiene una propuesta estudiada, lamento habérmela perdido). En vez de quedar a merced de lo que discurran los ministros de turno y de que tengamos que abrir rectorados como quien abre melones (o cajas con gatos de Schrödinger), a ver qué hay dentro, Cantabria haría mejor en trabajar sobre una agenda en la que el interés de la comunidad, el de España y el de la vida científica se reunieran de manera más ambiciosa.
Un Estatuto de la UIMP podría presentar algunos rasgos nuevos. En primer lugar, debería formar parte de la anunciada descentralización de instituciones nacionales. La UIMP debería tener su sede exclusiva, y actividad casi exclusiva, en Santander, como cuando se fundó. Segundo punto: el Gobierno podría fortalecer esta universidad impulsando más cursos fuera de la temporada veraniega y manteniéndola con una flexibilidad propia del 'lifelong learning' al que vamos, con un mínimo de complejidad administrativa («No más que el Liceo de Aristóteles» sería un buen axioma). Ha de mantener su singularidad pedagógica, aquel «tirón desde arriba» que elogiaba uno de sus primeros alumnos, Julián Marías. Tercer punto: la UIMP podría hacer una mayor contribución al desarrollo del territorio. En 2009, siendo rector Salvador Ordóñez, dio el visto bueno a un proyecto de remodelación de Las Llamas, proyectado por el estudio de Junquera. Llegó la señora Merkel y no se pudo realizar, pero el planteamiento muestra que hay ideas: lo que se necesita es presupuesto y sentido de misión.
Porque no es solo que Cantabria, que cumple 40 mientras la UIMP cumple 90, no sepa muy bien qué esperar de ella, sino que es probable que el Gobierno de la nación lo tenga aún menos claro, pues entre líneas de algunas declaraciones he querido leer la inminencia de batallas administrativas y presupuestarias. No estará de más que Cantabria ayude, al tiempo que se reclama ese nuevo Estatuto y se coopera en la captación de patrocinios privados de dimensión internacional.
Por último, la UC y la UIMP consiguieron un gran logro en 2009 al aliarse en un campus de excelencia internacional. Se demostró ahí una sinergia que posee un notable potencial, aún no bien explorado, por todas las fatalidades posteriores. En un cambio de modelo, esta relación podría reforzarse.
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