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Un debate que persiste en el tiempo es el que mantiene la derecha y la izquierda respecto a la fiscalidad. La tendencia de la izquierda, que tiene su extremo en el modelo comunista, trata de reforzar los servicios públicos y para sostenerlos exige una subida ... de impuestos que limitan la capacidad de decisión de los ciudadanos y, a cambio, ofrece una serie de prestaciones que garantizan un cierto nivel de igualdad y protección. La derecha propugna que las personas deben disponer libremente de sus ingresos y trata de reducir las cargas fiscales, con el punto máximo en un liberalismo salvaje, que dejaría inerme a una parte de la población. El término medio lo encontró la socialdemocracia que ha funcionado, con diferentes nombres, especialmente en los países europeos. La fusión de una economía abierta y libre con un universo socialista en el que, mediante una fiscalidad ajustada, se equilibre la protección de los más desfavorecidos con la capacidad de iniciativa y trabajo del resto.
El debate reside ahora en ese punto de equilibrio y los datos señalan que crece la voracidad fiscal que aligera los bolsillos de los contribuyentes para llenar las arcas públicas. En Cantabria hemos visto, muy de cerca, esa controversia. La consejera economía y hacienda del gobierno regional, presidido por Miguel Ángela Revilla, ha dimitido, una forma elegante de comunicar que ha sido obligada a renunciar, porque presentó un proyecto realista para reducir la carga fiscal de los cántabros. La consejera, nombrada por el PSOE dentro de la coalición de gobierno, estudió las cuentas y encontró - objetivo bien sencillo- las partidas que se pueden reducir o suprimir sin deteriorar la vida de las personas.
Las primeras impresiones de regionalistas y socialistas eran favorables, ya que ambas formaciones son conscientes de la elevada carga impositiva que soportan los cántabros, máxime cuando la inflación merma silenciosamente los ingresos. De pronto, como en la canción de cubana de Carlos Puebla, «llegó Fidel y mando a parar». No fue Fidel quien detuvo el proyecto de María Sánchez. Fue Pedro Sánchez quien envió un mensaje claro: No se pueden bajar los impuestos porque eso supone reconocer el éxito de la presidenta de la comunidad de Madrid y cuestiona el dogma de que, a más impuestos más protección a los menos favorecidos.
Lo cierto es que sí, se puede reducir la carga fiscal sin restar prestaciones en sanidad, educación o dependencia. Uno de los problemas que no acaba de resolverse es el de optimizar los recursos, tanto humanos como materiales, con los que cuentan los gobiernos tanto el nacional como los regionales. Por no entrar en el gasto sin mucho control de organismos paralelos y las empresas públicas. Para aliviar la presión fiscalbasta con rebajar o suprimir muchas de las partidas que no son necesarias en los presupuestos. Otra medida de ahorro es no incluir en los presupuestos partidas que se sabe no se ejecutarán. El día 15 de este mes de abril El Diario Montañés publicó un artículo de Juan Luis Fernández en el que se ponía, negro sobre blanco, como en los años más duros de la pandemia covid la región tuvo superávit. No hizo falta más dinero, sino que sobró y ahí existe una vía, entre muchas, para rebajar la carga impositiva.
El sistema fiscal, tanto en España como en el resto del mundo, es muy inteligente porque trata, y en ocasiones consigue, de hacerse invisible. En estos días en los que ya se preparan las declaraciones del IRPF muchos millones de españoles ven que, o no tienen ni siquiera que presentar esa declaración o que les resulta negativa e incluso que les devuelven algunos euros. De esta forma se ha logrado una fiscalidad indolora e invisible. Si realmente todos fuéramos conscientes de la cantidad de dinero que aportamos a las arcas públicas esa falta de interés por la fiscalidad desaparecería. Hemos visto la forma en la que el gobierno de España ha abordado el problema de la elevación del preciso de los combustibles. En lugar de optar por el camino más sencillo, barato y transparente de reducir la fuerte carga fiscal que pesa sobre el gasoil o la gasolina, ha dispuesto un complejo sistema que no es otra cosa que devolver a los consumidores una parte del impuesto en modo de subvención. De esta manera se complica el funcionamiento de los expendedores y se incrementa la burocracia, pero los gobernantes logran su objetivo de decir que no reducen la carga fiscal. Sí, se pueden bajar impuestos sin deteriorar los servicios públicos. Basta con dejar a un lado la ideología e introducir el sentido común.
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