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El dicho de «poner puertas al campo» hace referencia al intento de ponerle límites o restricciones a algo que no se puede controlar. Algo así se me antoja el intento de regular el 'Brexit'. Alguno argumentará que si fue posible regular la entrada ha de ser posible regular la salida. En realidad la tarea es mucho más dificultosa; una cosa es poner reglas del juego entre dos partes que deciden vivir juntas, y otra muy distinta hacerlo cuando deciden divorciarse. El componente emocional (irracional) tanto de la unión como del divorcio juega un papel importante y diametralmente opuesto en cada caso. En el caso del divorcio nunca podrá evitarse la sensación de profundo fracaso, a pesar de las ganas que se pusieron durante tanto tiempo (47 años). Tantas esperanzas tanto esfuerzo para, al final, llegar a esto.
Vi un maratoniano programa de seis horas en la BBC el mismo día del 'Brexit'. Mirando las caras de lords parlamentarios asesores empresarios y sobre todo la gente de la calle, se traslucía dicho sentimiento en sus rostros. De forma evidente en los partidarios de seguir en la UE; de manera precaria en la sonrisa forzada de los 'brexiteros', traicionada por unas pupilas cargadas de preocupación que no sé hasta qué punto era inconsciente. ¡Claro! con la flagrante excepción de la inevitable pareja dogmática, que recitaba con fe inquebrantable el catecismo de la superioridad manifiesta de los anglosajones, capaces de valerse por sí solos según «demostraron» en la Segunda Guerra Mundial. Como si la ayuda de las colonias (India Australia Nueva Zelanda) y las ex colonias (Estados Unidos Canadá) no hubieran sido más que el tributo debido a la vieja madre patria, e ignorando olímpicamente los 20 millones de muertos que Rusia puso en la balanza.
Ernest Renan, el filósofo del siglo XIX que mejor supo analizar el entonces novedoso fenómeno del nacionalismo, dijo que «evocar la historia, incluso contarla de forma equivocada, forma parte esencial de la construcción de la nación. Hoy sabemos que los países necesitan un mito fundacional; pero a continuaciön necesitan una mitología falsa para sobrevivir». Básicamente, demonizar al 'otro' para afirmar la propia unidad. Justo lo que están practicando los promotores del 'Brexit' con la UE.
Los políticos británicos no se han sincerado con el público, no les han explicado ni de lejos lo que se estaban jugando y ahora ya no hay marcha atrás. El Reino Unido (RU) no tiene hoy una política exterior definida y consensuada entre gobierno y oposición. Han ido todos a remolque de los acontecimientos. Zarandeados, sin llegar a donde querían, el efecto centrífugo les ha situado fuera del juego de la UE sin saber cómo. Pero, eso sí, cantan victoria.
Ahora bien, algo parecido está ocurriendo en la Unión Europea. Los políticos insisten en que la salida del RU, la segunda economía de Europa, no se va a notar, no va a afectar al proyecto europeo. Formulación de deseos en esteroides, engaño masivo. El 'Brexit' es un torpedo de dimensiones sin precedentes a la línea de flotación del proceso de integración europea tras la II Guerra Mundial. Negarlo o disimularlo es un crimen de leso europeísmo. Es risible pensar que una mera negociación RU-UE va a poner 'puertas al Brexit'. Angela Merkel lo ha formulado de la manera más gráfica: El 'Brexit' ha infligido una profunda herida en todos nosotros. De algo parecido nos ha alertado Macron, pero uno se siente escéptico. Parece poco probable que la UE, empezando por Alemania, actúe en consecuencia de forma decisiva.
El liberalismo auténtico, el padre de la Democracia liberal, lleva años a la defensiva fagocitado por un neoliberalismo imperialista, de corte netamente económico; el destructivo laissez faire que sólo busca monetizar su posición privilegiada mediante el ventajismo comercial. Tras la debacle del neoliberalismo que resultó en la gran recesión 2007-2011 este ha emprendido una inusitada huida hacia delante, se ha puesto al servicio del populismo de derechas y el para-fascismo. Triunfa en USA y RU, gobierna en diversos países de Europa y latinoamérica, crece en Alemania Francia Italia y España (los cuatro grandes de la UE), su evidente objetivo es reconvertir el mercado global en áreas de influencia de las grandes potencias, relaciones bilaterales, regresar al nacionalismo decimonónico. Su evidente enemigo a batir es la UE, buscan volverla a convertir en la Europa de las patrias; un divide et impera de proporciones continentales; convertir la democracia liberal en democracia popular; conversión del estado de excepción en la nueva normalidad. El orden y la seguridad como objetivos prioritarios en la confusa mente de la clase media proletarizada. Descrédito de la negociación y el compromiso frente a una concepción sectaria y emocional de los intereses de grupo.
En resumen, es imprescindible repensar en profundidad el proyecto de Unión Europea, con el fin de que Europa sea una de las grandes potencias en la mesa donde se está gestando el nuevo orden mundial. la UE tiene que ser el adalid de un nuevo proyecto humanista para el siglo XXI o resignarse a su descomposición en países clientelares. Ni más ni mandangas.
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