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El latín se me ha colado en el café. Cosa de un sobrecillo temático de azúcar de Café El Dromedario. Dice: «Festina lente» («Apresúrate lentamente»).

El latín fue el suplicio de mi Bachillerato. Reconozco que en esa época no fui buen estudiante. Siempre estaba pendiente ... del balón, aunque a trancas y barrancas me las apañaba para conseguir el aprobado raspado del resto de las asignaturas. Pero el latín era superior a mis fuerzas. Además, como mi profesor se llamaba igual que yo en tiempos donde mi nombre no era tan habitual, me cogió cariño y se tomó a pecho que avanzara en el conocimiento de tal lengua muerta, aunque a base del viejo recurso pedagógico de que la letra con sangre entra, que quizás fuera eficaz para los jóvenes contemporáneos de Julio César, pero no en mi caso. Así que al bueno de don Raúl le salió el tiro por la culata. Tenía pesadillas con las declinaciones, nunca comprendí que un simple sustantivo me complicara la vida con tanto nominativo, vocativo, acusativo y otras rarezas terminadas en 'tivo', y hasta una simple 'rosa rosae' me olía mal en el jardín.

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eldiariomontanes Maldito latín