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Qué cobardes los asesinos que matan gente inocente lanzando bombas desde los aviones. Qué fácil es apretar un botón para tener las manos limpias de esa mezcla de horror que amasa sangre, carne quemada y escombros. Me uno a quienes quieren rescatar la memoria de ... aquellas víctimas de Santander que murieron tras los bombardeos de la aviación nazi en la guerra del 36.
Qué sanguinarios los asesinos que matan gente inocente disparándola en la nuca, en la sien o arrojándola por el acantilado del faro. Cuánto odio tuvo que haber en sus conciencias. Me uno a quienes quieren mantener la memoria de aquellas víctimas que murieron en las sucias manos de aquellas brigadas rojas del Frente Popular en represalia por los bombardeos.
Cuánto terror provocó el rugido de los aviones de la Legión Cóndor y el estallido de sus bombas. Que nadie lo olvide. Nadie, nadie, nadie. Cuánto terror inspiró el silencio de las mazmorras del buque-prisión 'Alfonso Pérez' cuando se abría la puerta a la espera de que un verdugo pronunciara los nombres de su lista de muerte. Que nadie lo olvide. Nadie, nadie, nadie.
Unos reclaman la memoria de unos muertos como si fueran suyos. Ahí está la Plataforma Memoria y Democracia, que defiende una placa con los nombres de las víctimas del bombardeo. Otros recuerdan a las otras víctimas, como si fueran suyas. Ahí está Vox, reivindicando a los asesinados en el barco-prisión por sus creencias religiosas o por el simple hecho de pensar políticamente diferente.
Qué pobre memoria aquella que solo funciona hacia atrás. Demos pasos hacia adelante. Que no se diga que siempre nos quejamos de la mala memoria cuando en realidad lo que nos la falta es inteligencia. ¿Por qué no hacer una placa con todas las víctimas, las de todos, las nuestras verdaderas, las del bombardeo y las del barco-prisión? Acaso el alzheimer no es la única enfermedad que afecta a nuestra memoria.
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