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No fui el único niño que cuando nos invitaron a abrir un diccionario de la lengua buscamos con ahínco palabras tabú, ya saben, esas que evitamos en público al considerarse desagradables, vulgares, soeces e incluso pecado si nos atrevíamos a pronunciar.

Las de pis y ... caca eran las más livianas, porque el listado de curiosidades infantiles por los secretos del lenguaje era más sabroso que chuparse el dedo. Las caras de asombro y risas que despertábamos leyendo en voz alta las definiciones de (con perdón) culo, pito, chocho, polla, coño, cojones, joder, puta, vagina, teta, pene… no tienen desperdicio entre nuestros recuerdos de antaño. Qué inocentes éramos. Cuando crecimos y fuimos madurando dejamos de prestar atención a esos misterios lingüísticos y simplemente comprendimos que esas palabras existen y conviven con nosotros, sin desquiciar a las mentes equilibradas y normales, aunque siempre hay algún exaltado dispuesto a arrancar páginas y a borrar para siempre tanta obscenidad como les parece.

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eldiariomontanes Pis y caca