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El paro bajó finalmente en mayo de los tres millones a los que llegó en 2008 a causa de la crisis financiera global. La afiliación a la Seguridad Social continúa por encima de los 20 millones de trabajadores. El mes pasado redujo el desempleo entre ... los jóvenes y dio cuenta de que los contratos indefinidos, aunque sean discontinuos, mejoran la calidad del trabajo en España. La proximidad este año entre la Semana Santa y el período estival explicaría parte de esas buenas noticias en las comunidades más turísticas. Pero dado que todos los territorios y sectores han experimentado la mejora en mayor o menor medida, y las cifras desestacionalizadas lo corroboran, se trataría de un comportamiento de alcance. Para el Gobierno revelaría la disposición de empresas y trabajadores a sobrellevar esta última crisis -de precios y expectativas- agudizada por la invasión de Ucrania por Putin en la confianza de que resultará temporal. De confirmarse este supuesto, sería la primera vez que la generación de empleo se adelante al crecimiento económico en España sin ser un fenómeno casual o puntual.
La incógnita se despejará a la vuelta del verano. Cuando tras una afluencia turística doméstica e internacional que muy probablemente supere los resultados anteriores a la pandemia podamos comprobar si el desempleo acorta el diferencial que aún mantiene con la media europea, si la reforma laboral sigue alentando la contratación indefinida o la tasa de crecimiento de la economía se muestra insuficiente para ello, y hasta qué punto el 'pacto de rentas implícito' que conforman los beneficios empresariales y los salarios actuales basta para asegurar la reactivación. Mientras tanto, siempre será mejor que Pedro Sánchez no se aferre únicamente a la vertiente optimista de los datos de mayo como si se tratara de una tendencia imparable y que Alberto Núñez Feijóo afine en su espíritu crítico evitando recurrir a la denuncia de un «maquillaje» inexistente en la estadística. Entre otras razones porque ni siquiera los más de 20 millones de afiliados a la Seguridad Social aseguran la sostenibilidad del sistema, cuando el futuro de éste trasciende de la acción de uno u otro gobierno y requiere el máximo consenso. La apurada y hasta caótica tramitación parlamentaria del fondo público de pensiones salvada ayer por el Ejecutivo fue el mejor ejemplo de lo que no debe hacerse con ánimo partidario.
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