Secciones
Servicios
Destacamos
Atrapados en el tráfago de lo cotidiano, sometidos al agotador ritmo de una sociedad que impide ejercer el sano ejercicio del razonamiento, a los ciudadanos se nos escapan con frecuencia las verdaderas claves de la vida. Las páginas de los periódicos están repletas de casos ... que demuestran hasta qué peligroso punto la querencia por el aprendizaje, tan propia de nuestra especie, resulta abducida hogaño con extraordinaria facilidad por la rutina, mal invisible que no conoce el desaliento.
Resulta utópico, pues, que en un panorama tan insustancial puedan estar de moda los pensadores. Salta a la vista que a escasísimas personas les interesa lo que algunos semejantes de cabezas bien amuebladas legaran, vía reflexión, para que las generaciones posteriores tomáramos nota del rumbo que conduce al precipicio. Desde los lúcidos Samaniego y Esopo, autores de excelentes fábulas-dardo sobre conductas, hasta los axiomas de reputados filósofos e intelectuales que gastaron suela transitando senderos no siempre idílicos, se extiende un vasto campo cultivado en el que puede recogerse, sin tener que pagar por ello ni medio euro, una cosecha excelente: orientaciones útiles. Empero, sólo a determinada edad disecciona cada individuo las cuestiones de fondo que le afectan, esas que considera menores cuando se encuentra en el esplendor y, rehén de la vanidad, no ve más allá de la punta de su nariz.
Provechoso les resultaría, sin duda, a unos cuantos gobernantes españoles de variado pelaje programático leer ciertas meditaciones de corte moral. Elijo una de Albert Einstein que por su indiscutible brillantez jamás será 'trending topic'. Jamás de los jamases. Dice lo siguiente: «Pienso mil veces al día que mi vida externa e interna se basa en el trabajo de otros hombres, vivos o muertos. Siento que debo esforzarme por dar en la misma medida en que he recibido y sigo recibiendo». Queda claro que la inercia de los tiempos actuales no anima a poner en marcha aquello que la inspirada escritora de novelas policiacas Agatha Christie denominaba a través de su personaje más singular, el detective belga Hércules Poirot, el de la cabeza con forma de huevo, las «pequeñas células grises»; es decir, unas cositas muy chiquitinas, muy chiquitinas, que tenía en su sesera y que le ayudaban a descubrir a tipos de perversa sutileza delictiva. Es decir, a superar retos de poderosa envergadura. El argumento de fondo del citado aforismo de Einsten dirige al individuo al territorio más delicado de todos los que transitará durante su devenir mundano: el de la conciencia, que implica de manera indefectible asumir compromisos. En consecuencia, su simple lectura les produciría a muchos un inmediato repelús. Es lo que hay. O sea, lo poco que hay.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.