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Hay razones para que la situación nos recuerde la atmósfera política de la guerra civil, con una izquierda marxistizada (Podemos) y el influjo que esta ejerce sobre el PSOE, y una derecha fascistizada (Vox) con la influencia que tiene en las posiciones del PP. El ... PSOE se ha visto abocado a aliarse con Podemos, junto al apoyo del nacionalismo separatista, para formar gobierno. El PP ha hecho lo propio con Vox en Madrid, Andalucía y Murcia, y lo hará de nuevo si no tiene otro remedio para gobernar España. Parecemos enzarzados en una nueva guerra civil, pero se trata de un espejismo.
De hecho, nuestra situación política se parece mucho más a la de Italia tras la Segunda Guerra Mundial. Mis lectores más asiduos recordarán la reivindicación que vengo haciendo de la Democracia Cristiana europea en los años 50 del siglo XX. La recuperación de la centralidad que aquella supuso fue decisiva para la reconstrucción económica y social de una Europa devastada por la guerra... Y debiera volver a serlo para la recuperación de una Europa devastada por otro jinete del Apocalipsis. Tengo muy asumido que aquella Democracia Cristiana, ay, no volverá; pero veo posible recuperar aquel espíritu. Diré más, en el caso de España es imprescindible recuperarlo si queremos salir de esta crisis como lo hizo Italia a partir de 1945, y no como lo hizo España a partir de 1939.
Para ello es imprescindible liberarse de los espejismos, no empeñarse en pelear guerras pasadas y centrarse en la que ahora nos tiene ocupados. Cuando se formó el actual gobierno, ni PSOE ni PP tenían remota idea de lo que se avecinaba, el problema era la crisis independentista de Cataluña. El PSOE decidió que la solución pasaba por una doble coalición de izquierdas, en España y en Cataluña; el PP reaccionó reactivando un nacionalismo español que sólo estaba adormecido. ¡Qué pequeño nos parece ahora ese problema! Aquellos planteamientos resultan patéticamente obsoletos a la luz de una nueva realidad, a distinguir de la 'nueva normalidad'. El actual Gobierno de Sánchez, que nunca sabremos si hubiera logrado resolver la crisis catalana, está muy claro que no fue ni pensado ni preparado para afrontar la crisis que nos ha sobrevenido. Crisis de la que muy posiblemente no hayamos visto más que el principio. Los Gobiernos más afectados por la susodicha afrontaron el asunto como algo que se resolvería en un par de meses, para volver a continuación a la normalidad. Tres meses después sabemos que no será así. Cuando se habla de afrontar una nueva normalidad se está reconociendo implícitamente que se van a necesitar medidas mucho más drásticas, un proyecto más enorme.
Aquellos que hablamos de la necesidad de una nueva transición ante el conflicto territorial, si bien dudando de su viabilidad ante la crisis actual podemos afirmarlo con toda rotundidad. Si alguna vez fue necesaria una nueva transición esa es esta. Un Gobierno de izquierdas basado en un frágil acuerdo con los independentistas va a romperse ineluctablemente por sus costuras a medida que la profundidad de la crisis se vaya agrandando. La impotencia del gobierno se irá haciendo cada vez más evidente. Pero no es menos obsoleta la posición del PP, al basarse en que bastará con sentarse a la puerta para ver pasar el cadáver de su enemigo, como hicieron en 2010. Aquello que dijo Montoro de que no importaba que se hundiera el barco de Zapatero porque ellos lo sacarían a flote, no va a funcionar esta vez porque se hundirá en aguas mucho más profundas. Pudo parecer posible al principio, pero no tres meses después. Muchos empresarios están convencidos de que nunca volverán a subir la persiana y demasiados trabajadores van a perder su puesto de trabajo definitivamente; la perspectiva para muchos jóvenes de hoy es unirse a la tropa de los nini que todavía pulula por los andurriales. Una situación imposible para cualquiera, no digo ya para una coalición PP-Vox. Eso sí que sería volver a 1939.
La transición fue posible porque UCD (coalición de centro) jugó el mismo papel que la Democracia Cristiana italiana en 1945, permitiendo que AP y PCE jugarán un papel importante pero no central. La nueva transición necesita una coalición de centro que permita jugar un papel importante pero no central al resto de los partidos. Voy a terminar citando ampliamente a García-Margallo cuando pide una coalición que comulgue con cinco ideas básicas: «proyecto ilusionante e inclusivo de España; defensa de los derechos y libertades; Estado de las autonomías eficiente; economía social y de mercado; concepción integrada y solidaria de Europa». A día de hoy, ni Sánchez está dispuesto a cambiar sus alianzas ni Casado quiere una comisión de reconstrucción; pero ha llegado el momento de echar el sectarismo a un lado. Si no lo hacen vamos de cabeza hacia un periodo de inestabilidad y confrontación que hará empalidecer lo vivido estos últimos cinco años. En cualquier caso va a ser muy duro, pero si unimos a los problemas reales los conflictos fabricados por los políticos será insoportable.
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