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Ya bien metidos en septiembre las tensiones de liquidez y exigencias financieras en empresas e instituciones, así como conseguir llegar a fin de mes en el caso de los particulares, suponen un auténtico baño de realidad. Escenario de pura distopía al cual si le ... sumamos la nueva ola de problemas de la crisis sanitaria y económica, rebrotes, microconfinamientos y una recesión de proporciones desconocidas, marcada por la incertidumbre y el agotamiento individual y colectivo, hacen pensar a cualquier lector avezado que no auguran nada bueno.
Decía Dickens en su libro 'Historia de dos ciudades' que «es triste recordar el pasado cuando va a hacerse de día», y aunque les decía hace tiempo que no era del todo pesimista sino más bien optimista-pragmático es necesario recordar que de cara a estos años covid, en lo económico estamos «tocados» al no contar con una industria fuerte ni con el comodín del turismo. Además, fenómenos como una implantación del teletrabajo más generalizado ampliarán las desigualdades entre hogares con ingresos bajos o menor nivel educativo frente a aquellos que optan por esa modalidad laboral o tienen mayor patrimonio, con efecto negativo en servicios y hostelería, así como en la propia conciliación familiar. Trabajamos pues más horas y en cualquier lugar sin pararnos casi a pensar en que hemos de intentar aguantar como sea hasta bien entrado el próximo año 2021, pues ahí llegarán nuevos fondos europeos y vacunas que esperamos sean universales, efectivas y seguras.
Mientras tanto, agarrémonos bien fuerte pues vienen curvas y nos esperan a la vuelta de la esquina tiempos de alta tensión, que serán durísimos aunque quisiera equivocarme en esta dantesca predicción que nos aguarda si se sigue sin hacer las cosas mejor. Asimismo, nos espera una recuperación desigual en forma de K (ascendente para los que se adapten al nuevo paradigma tecnológico y descendente para los que se queden rezagados, o la vieja disyuntiva entre mercados financieros y dinero digital y la economía real, caminos ambos cada vez más separados), que hace necesario resetear la hoja de ruta previa y ponerse a elaborar ya un modelo productivo de futuro que resuelva nuestra crónica falta de recursos, de financiación, el déficit formativo y el paro estructural para que así se pueda recuperar la ilusión y no se deje a gente atrás. Se lo debemos a nuestros hijos (y nietos) pues si no cambian las cosas ellos pagarán el coste de lo que tardemos en recuperarnos. Vienen tiempos aciagos pues casi nada es lo que parece y la realidad económica no suele moverse entre negros y blancos, sino que suele tener muchos matices de grises.
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